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La ley de atracción y sus manifestaciones

27 de Octubre del 2025 - Javier Cortiñas Gonzalez (Villaviciosa)

Al ver el encabezamiento del artículo pensé que se trataba de otro caso más sometido a la moda del revisionismo actual, que pretende cuestionarlo todo: ideas, principios, conocimientos, etc. Puesto que hacía referencia a la ley de atracción como una nueva religión para la generación Z. Me dispuse a leerlo con atención, intrigado por conocer qué era lo que motivaba el nuevo interés por la teoría de atracción, que suponía era misma la ley de atracción universal enunciada por Isaac Newton, estudiada en los colegios de nuestra infancia por mi generación; a la que por estar compuesta de personas más que maduritas, nos identificaban asignándonos la última letra del alfabeto. El asunto que trataba el artículo era la existencia de una supuesta nueva ley de atracción por la que los pensamientos, emociones o creencias emiten vibraciones -ondas- que atraen experiencias similares. Los pensamientos serían algo así como una especie de imanes energéticos o vibracionales de manera que, al pensar positivamente en lo que se desea, se consigue atraerlo a la realidad.

Fue la primera sorpresa, me dejó perplejo, porque no tenía ni idea de que uno pudiera tener tales capacidades de emitir vibraciones y energía, como una emisora, pudiendo hacer la competencia a la SER o la COPE, y encima sin licencia.

La segunda sorpresa fue reconocer que no pertenezco a la generación Z, porque al parecer, se refiere a la generación de los nacidos entre finales de los mil novecientos noventa y principios de los dos mil diez. Considerados nativos digitales porque han crecido inmersos en la tecnología, internet, smartphones y las redes sociales desde una edad temprana, lo que influye significativamente en su forma de comunicarse, informarse, trabajar y consumir. Y para aclarar un poco más el concepto, que más bien lo enturbia, son los que siguen a la generación Y -los llamados millennials- y los que preceden a la generación Alfa. Está claro que no soy nativo digital porque crecí con una tecnología muy antigua que, no requería ningún tipo de energía y totalmente respetuosa con el medio ambiente: la pizarra, nuestra tablet, donde aprendimos a escribir las primeras letras y las más sencillas operaciones aritméticas. Y, el ábaco -un cuadro de madera con alambres paralelos por los que se pueden mover unas bolas movibles: un instrumento de cálculo de hace cinco mil años, con el que se pueden efectuar ágilmente operaciones aritméticas -nuestra primitiva computadora.

El artículo continuaba detallando, cómo, para hacer operativa la nueva ley de atracción de manera que el Universo responda a las vibraciones que provocan nuestros deseos, y poder de esta manera hacerlos realidad, hay que seguir un proceso: un conjunto de técnicas y rituales, llamado "manifestación". Técnicas que permiten alinear mente, emoción y acción con las que lograr el resultado que se busca. Por ejemplo: visualizar el deseo que se quiere como si ya se hubiera cumplido y sentir la emoción que esto produce; repetir afirmaciones positivas que te conectan con tu deseo, escribiéndolas con el mayor detalle posible y proclamándolas en voz alta ante un espejo tres veces por la mañana, seis al mediodía y nueve por la noche, el llamado método de afirmación 369, según sus promotores.

Supongamos que nuestro máximo deseo es tener un coche. Comenzaremos por plasmar por escrito con el máximo detalle la marca, el modelo, el color, la tapicería etc. Después hay que recitarlo ante un espejo o con velas encendidas. También se puede reforzar nuestro deseo expresándolo a voz en grito en medio de la naturaleza con los brazos en alto y los ojos cerrados. Eso sí, teniendo la precaución de no ser oídos o vistos, para evitar tener que explicar que nos encontramos perfectamente en nuestros cabales. Y después ya sólo queda relajarse y confiar.

Evidentemente, cuanto más ambicioso es lo que se desea conseguir, con más intensidad hay que pensarlo, plasmarlo y visualizarlo. Para ayudarnos en este proceso se dispone de varios métodos como el 369 ya comentado, o el 777, que se practica diariamente en siete manifestaciones mañaneras, independientemente de si se hace en ayunas o no. El mismo proceso se repite otras siete veces por la noche. Y, todo de nuevo durante los siguientes siete días. Lo que me recuerda aquellos castigos en el colegio, que consistían en redactar cien, doscientas o trescientas veces una misma frase para que se nos grabase lo que no deberíamos haber hecho mal. Quién iba a imaginar que nos estábamos anticipando a las técnicas más modernas de manifestación, aunque algo deficientes todavía, porque el deseo de mejora era del profe, no nuestro, además de hacer trampa escribiendo con dos y tres bolígrafos a la vez para reducir el trabajo.

Pero en el caso de desear algo realmente difícil o casi imposible como poseer un ático en pleno barrio de Salamanca o incluso en Pedralbes, no se detalla cuál podría ser el método de manifestación más idóneo para poder atraer la ingente cantidad de energía del Universo que haría falta para hacerlo realidad.

La ley de atracción y sus métodos de manifestación comenzó con la publicación de "El secreto" en el año 2006, donde la autora basaba la teoría en su particular interpretación de la mecánica cuántica, con alusiones a: "Todo lo que piensas y sientes lo atraes a tu vida". "Somos energía, somos materia y todos vibramos". "Si puedes cambiar tu vibración, puedes cambiarlo todo". "Vivimos en un campo cuántico de posibilidades infinitas", entre otras elucubraciones seudocientíficas.

A pesar de lo absurdo que todo esto me parecía, traté de probarlo con algún deseo concreto y sencillo, como conseguir dos plazas para visitar el desierto de los Monegros con el Imserso, para mí y mi compañera sentimental de toda la vida. Pero antes de comenzarlo, decidí explorarme para ver si notaba en mí alguna vibración o, aunque nada más fuera, un pequeño zumbido cuántico, que me diera ánimos para seguir adelante con el proyecto. Desafortunadamente, tengo que admitir que, en ninguno de los ensayos realizados, si oí algún zumbido, fue el de un mosquito que pululaba cerca de mis orejas y en cuanto a la posible percepción de vibraciones, ni las manos mostraban el menor indicio de temblor indicativo en ese sentido. A pesar de no obtener resultados, hice otra prueba, la de tratar de captar algo de la abundante energía del Universo -de la que el sesenta y ocho por ciento es energía oscura- intentando encender en una noche de tormenta una bombilla LED, sujetándola por ambos extremos del casquillo; pero que tampoco dio resultado. Aunque me surgió la duda de si no sería algún fallo de la red energética del cosmos, algo parecido al sufrido recientemente en nuestra red eléctrica. Desanimado como estaba por los resultados preliminares, decidí posponer el proyecto de manifestarme hasta mejor ocasión. Una verdadera lástima.

Como también pensé si el fracaso, no se debería posiblemente a tener mi trasmisor neuronal estropeado, traté de encontrar alguna evidencia científica sólida. La verdad es que no hay estudios serios que prueben que la energía mental influya en el entorno de forma cuántica o universal, ni que la supuesta ley de la atracción forme parte de ninguna teoría reconocida en, neurociencia ni física.

Tampoco la información estadística disponible era muy clara a la hora de informar sobre los casos de éxito alcanzado, aunque sí dejaba entrever que los casos no totalmente satisfactorios -así denominaban a los fracasos- eran debidos a uno de los grandes malentendidos: la ausencia de la acción inspirada, la de actuar, la de la búsqueda de acciones dirigidas al mismo fin que se desea. El error de pensar que bastaba con desear algo intensamente para que el universo lo entregue, casi como si se hiciera un pedido online al cosmos a coste cero.

La verdad es que la teoría de atracción y sus mandangas no dejan de ser más que la versión, actualizada al siglo XXI, de una reformulación moderna y laica de la máxima medieval: ora et labora o en "román paladino": a Dios rogando y con el mazo dando. Sustituyendo la gracia divina o la providencia por energías, vibraciones y frecuencias, mezclando conceptos de la mecánica cuántica atropelladamente leídos y mal digeridos que suelen provocar unas nefastas empanadas mentales de donde se suele nutrir el misticismo moderno.

En otros tiempos se pedían deseos a algún santo como San Antonio si se quería conseguir un novio casadero, a San Pantaleón para mejorar la salud o San Expedito cuando se trataba de proyectos que necesitasen una rápida solución. Incluso en los cuentos como el de Aladino, donde el obeso mago de la lámpara encontraba la mayor dificultad en convertir los deseos de su amo en realidad, en sacar y volver a meter su enorme corpachón por el minúsculo pitorro de la lámpara mágica.

Lo que sí se ha puesto claramente de manifiesto es que a partir de la publicación del primer libro sobre la energía de atracción comenzaron a editarse incontables libros, seguidos de seminarios y cursos sobre el tema, acompañados de famosos manifestadoras y manifestadores que, a la vista de los jugosos beneficios económicos, surgieron como moscas y son los únicos que verdaderamente han conseguido ver realizados sus deseos de ganar un dinero fácil a costa de crédulos y engatusados.

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