La destrucción de la verdad
Ya casi nadie lee prensa seria. Los diarios impresos casi han desaparecido, y en muchos lugares ni siquiera hay dónde comprarlos. ¿Qué queda? Pasarse a lo digital. Pero ni con eso basta.
Los jóvenes ya no leen: se informan por vídeos y redes sociales. Allí "interactúan" y "comparten contenido". Yo lo llamo facilitar la manipulación.
Todo vale. Todo se publica. Todo se cree y se olvida al instante. Nada es fiable. Todo tiene un interés detrás.
Antes, informar era un deber. Existía un compromiso con la verdad, un código deontológico, una responsabilidad. Hoy no. Hoy todo se mezcla en el gran sumidero del ruido. Se retuercen los hechos, se manipulan las palabras y se fabrica opinión como si fuera mercancía.
El activismo se disfraza de periodismo, y la propaganda se vende como información.
Y cuando desde el poder se pervierte la ley, cuando la igualdad ante ella deja de existir, cuando la palabra dada no vale nada, cuando se incumple el programa electoral y se convierte en "constitucional" lo que antes era anticonstitucional... ¿qué puede esperarse del resto de los ciudadanos?
Exactamente lo mismo.
Así, los delincuentes, corruptos y fugados se presentan como héroes, y los jueces y críticos, como enemigos. Se invierte el sentido moral de las cosas: el que denuncia es culpable, y el que delinque, víctima.
Ahora hablan de una "ley antibulos". Estoy de acuerdo. Pero, si de verdad la aplican, los primeros en responder ante ella deberían ser los propios miembros del Gobierno. Porque lo primero es antes.
Nos costará años recuperar un Estado de Derecho donde los valores sean pilares, no adornos.
Donde la igualdad ante la ley sea real.
Donde la libertad no sea excusa para atropellar al otro.
Donde se respeten la propiedad privada, las instituciones y, sobre todo, la decencia.
Donde se premie el mérito, el esfuerzo y la disciplina, y donde la educación enseñe respeto.
Las redes sociales deben tener límites. No se puede permitir que menores vivan expuestos al veneno del odio ni a mentiras lanzadas desde perfiles falsos. Hoy, nada es lo que parece. Ni lo que parece, es.
Estamos asistiendo, sin reaccionar, a la destrucción de la verdad.
La mentira se ha hecho rentable. El mal, útil. Y lo peor: ya parecen cosas buenas cuando sirven para mantener el poder.
Este mundo que viene... no lo viviré. Y, sinceramente, no querría vivirlo.
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