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La cabra "Judas" adicta a la nicotina

30 de Octubre del 2025 - Rufo Costales (Oviedo)

Como seguramente conoce, las empacadoras de carne industriales diseñadas para un uso intensivo en grandes plantas de procesamiento de carne, donde se requiere un alto volumen de producción, son las más grandes y potentes del mercado.

Antaño, sin tecnología moderna ni automatización, la gente usaba nicotina... ¿nicotina?, sí, nicotina y una cabra para trasladar grandes cantidades de animales del punto A al B por rampas muy empinadas, repletas de tantas curvas y recovecos que solo un hombre sabio o una cabra amaestrada podrían encontrar el camino.

Si los animales eran ovejas, su propio instinto las empujaba a un círculo constante. No seguían a nadie, y ni siquiera se podía usar un perro porque se asustaban, se tropezaban con las rampas e incluso se rompían las patas en espacios tan reducidos. Hablamos de un caos total.

La única manera de llevarlas tranquilamente a la sala de matanza era con una cabra con cencerro que podía guiar a 30, 40 o incluso 100 sumisas ovejas. El truco estaba en hacerlas empezar, y para eso se necesitaba una cabra "Judas".

Sirva como referencia la famosa e histórica planta de Swift, reforzada por enormes rampas amuralladas que zigzagueaban por los laterales del edificio de seis pisos.

El acceso entre plantas era una pendiente pronunciada, con ranuras excavadas en el cemento para proporcionar apoyo contra la constante acumulación de heces y desechos; por esas rampas tenía que ascender el ganado hasta la sala de sacrificios, la última.

Sin embargo, se estará preguntando cómo, a lo largo de décadas, conseguían llevar a millones de animales vivos desde el bajo al nivel superior.

Efectivamente, la clave estaba en la cabra "Judas", el macho cabrío predilecto que hasta tenía nombre ("Billy", por ejemplo) y ocupaba un corral propio donde se relajaba, con collar y cencerro, hasta que lo necesitaban, que era justo cuando las ovejas llegaban a la empacadora Swift.

"Billy" conocía la rutina. Se colocaba a la cabeza de las ovejas y ellas subían por la rampa, siguiendo a "Judas". Si las ovejas dudaban, "Billy" balaba para que siguieran adelante. Si no venían, se detenía, se daba la vuelta, balaba más y esperaba a que le alcanzaran.

Historia tras historia, la procesión ascendía hacia el cielo, siguiendo la guía del macho cabrío hasta la sala de sacrificio. Las rampas estaban desprovistas de presencia humana para asegurar que las ovejas no se rompieran. En la cima, en el sexto piso, una única puerta conducía al punto final de desembarque.

Allí solo estaban el macho cabrío y las ovejas. Había lo que podríamos describir como un armario sin puerta, y el macho cabrío se hacía a un lado para que todas las ovejas entraran en fila. Después de que pasara la última, "Judas" se colaba por una puerta lateral que se cerraba tras su paso y bajaba por la rampa a buscar su cigarrillo.

El macho cabra estaba entrenado para fumar cigarrillos sin filtro, en particular un Camel o Lucky Strike por viaje. Se lo comía entero. Le encantaba porque era adicto a la nicotina.

La nicotina también era la zanahoria que usaban los cuidadores para sazonar a cada aprendiz. Al entrenar a una cabra sucesora, las plantas empacadoras de carne ataban a una candidata más joven detrás de una cabra "Judas" con una cuerda de 90 centímetros. La pareja hacía los viajes de rampa juntos durante varios meses, recibiendo cada animal la recompensa habitual de un cigarrillo. En poco tiempo, la cabra joven aprendía la rutina y se hacía adicta a la nicotina.

No lo pude evitar. Tengo una mente tan retorcida que leyendo esta simpática historia (no como hecho, sí como historia), mi pensamiento voló raudo hasta Ferraz, donde un nutrido grupo de "ovejas" con pancartas del PSOE seguía, sumiso, el cencerro de Billy Sánchez, el macho cabrío adicto al poder, que con falsas promesas los llevaba al matadero por rampas y recovecos, con acumulación de heces y desechos por el camino. De ahí le venía la cita recurrente de "fango". Clavao.

Saludos cordiales.

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