Más cuidados profesionales menos familiares
El pasado día 29 fue el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, cuestiones fundamentales cuando se refieren a personas vulnerables por edad, enfermedad u otra consideración, que necesitan la atención y el cariño de sus semejantes para tener un vida digna y lo más normalizada posible.
Existe gran preocupación por una población cada vez más envejecida a la que, fruto de alcanzar cada vez más años de vida, le resulta imprescindible la atención de otras personas para disfrutar los años con la mejor calidad posible.
Es tradicional que esa figura de cuidadora recaiga casi siempre en un descendiente, principalmente mujer, que renuncia a su vida personal y hace de su existencia en cuidar a su progenitor un sacrificio personal. Esto que es totalmente injusto deriva muchas veces en secuelas para la acompañante cuando fallece la persona dependiente. Todos conocemos algún caso cerca que lo corrobora.
La salida adoptada en una sociedad moderna, con viviendas reducidas, trabajos sin conciliación familiar y escasez de recursos, ha sido derivar a los mayores a una residencia pública para, dentro de lo posible, darles una existencia respetable. Somos conocedores también de las diversas peculiaridades de atención a dependientes que se dan en algunos centros privados que duelen a quienes los visitan.
Porque el concepto de residencia pública ofrece una garantía de calidad y prestaciones que anima el ingreso de una persona dependiente. Pero lamentablemente cada vez hay menos plazas y las que hay están alejadas del entorno familiar, lo que lleva a utilizar por necesidad centros montados más con carácter de negocio que de servicio. A los datos oficiales me remito, el 75% son privadas y el 25% de carácter público. Existe un abandono total de las administraciones en construir nuevas residencias, dejando el mercado a merced de la iniciativa privada con total impunidad de precios.
La alternativa que se promociona desde la Administración ahora es volver al sistema de permanecer en su propio domicilio la persona mayor, que además lo prefieren. Pero para esto hay mucho camino por recorrer. Las viviendas deben mejorarse en habitabilidad, accesibilidad del edificio y condiciones interiores para mover una persona casi siempre con discapacidades.
Además, las prestaciones económicas no son precisamente generosas. No llegan a los quinientos euros según el grado de dependencia, lo que hace inviable no tener otro trabajo para poder sobrevivir y compatibilizarlo con la atención al familiar. La solución para este modelo son los cuidadores profesionales con preparación adecuada para el servicio, pero deben estar bien pagados y ampliando las horas de cobertura.
En definitiva, que sirva este día internacional para reivindicar mayor atención y apoyo a las personas dependientes y que las administraciones hagan sus deberes.
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