Dragón, Melissa, Basilio: mis preciosos gatos negros
En el Antiguo Egipto, los gatos eran considerados animales sagrados, símbolos de protección, fertilidad y elegancia. Dañar a un gato era un delito grave, y cuando morían, eran momificados y enterrados con honores. Su adoración reflejaba el respeto egipcio por la armonía entre humanos, naturaleza y divinidad. Hoy me dirijo a ustedes para expresar mi profunda preocupación por la persistencia de prejuicios y prácticas que ponen en peligro la vida y el bienestar de los gatos negros, especialmente en torno a fechas como Halloween, cuando aún circulan supersticiones infundadas que solo la más supina ignorancia y el fondo más despreciable de la condición humana pueden mantener. En muchos refugios y protectoras, los gatos negros son los menos adoptados y extreman las precauciones a la hora de ponerlos en manos de otras personas. Es increíble, avanzamos en el siglo XXI y todavía hay quienes siguen en las cavernas. Contemplo a mis gatitos, negros y de otros colores, embelesada y agradecida, pues solo me trajeron amor, hogar, simpatía, compañía, felicidad y hasta razones para vivir. ¡A ver quién dice que no son estos los pilares de la suerte! ¿Qué fondo mísero hay que tener para hacerles daño?
La educación contra el maltrato animal sigue siendo una asignatura pendiente en nuestra sociedad. Todavía hay alumnos que presumen de salir a matar pájaros con sus padres, se siguen ahorcando galgos y se abandonan las mascotas para ir de vacaciones. Y el Estado no responde, más allá de sanciones ridículas y unos programas educativos que soslayan este doloroso problema.
Aprovecho está ocasión para solicitar, ya de forma reiterada, a la Consejería de Educación que promueva acciones educativas y de sensibilización sobre el respeto hacia todos los animales, incorporando estos valores en los centros escolares. La educación es la herramienta más poderosa para erradicar los mitos y cultivar la empatía, la responsabilidad y la compasión desde la infancia. Como docente, solicito, en primer lugar, incluir en las actividades escolares talleres o charlas sobre bienestar y protección animal, además de colaborar con asociaciones protectoras para difundir mensajes positivos sobre todos los animales y, por último, integrar la educación ambiental y ética animal en los currículos escolares, tal como recomienda la legislación sobre bienestar animal. Los animales no son objetos ni símbolos. Educar en su respeto es educar en humanidad. Un atento saludo. María Tomás.
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