El que venga detrás...
El que venga detrás que arree. Esa parece ser la consigna del señor Sánchez; que el día que abandone el poder, si la justicia no lo expulsa o el grupo Frankenstein pierde unas elecciones, que todo puede suceder, el que le siga encuentre una España con unas leyes, normas, concesiones y enfrentamiento muy difícil de encauzar.
Tiene en su gobierno ministros que son claramente partidarios de Hamás, Putin, Maduro, China, Irán... y el resto; y él mismo no disimula su admiración por ellos. Hasta la "progresista" Hamás lo felicitó; ¡y no se sonroja! Sánchez no dudaría en escoger para España un régimen como el de estas naciones, el de las pasadas "Repúblicas Democráticas del centro y este de Europa" o el también pasado PRI mexicano, si los tiempos y circunstancias no se lo impidieran.
Un gobierno, creo único en democracia, que tiene ministros de partidos de extrema izquierda, una de las cuales, vicepresidenta ella, animada y efusiva con su particular verborrea, dice que si Cataluña u otra comunidad autónoma pide la independencia, quiénes somos nosotros para negársela. Yo veo en ello motivo para expulsarla del Gobierno; a una persona que juró, prometió o prometió por imperativo legal (otra concesión ridícula) guardar y hacer guardar la Constitución, con lealtad al Rey y demás instituciones del Estado.
Dicen tener una economía que va como una moto, o como un cohete, y no cuentan que nos estamos gastando los más de setenta mil millones de euros que Europa nos concedió a fondo perdido y que pronto llegaremos al actual ritmo de crecimiento de la deuda a los dos billones, cifra incomprensible para una normal mente humana, ¡lo que podríamos hacer con ese dinero más los cuarenta mil millones de intereses anuales!
Aznar legisló cero incrementos de deuda a Estado, autonomías y ayuntamientos. Zapatero lo anuló; él no quería superávit mientras un ciudadano tuviese carencias. Y los que vengan detrás ¿qué Menuda herencia les vamos a dejar.
Hay que ahorrar e invertir en obras que repercutan en riqueza. Donde no hay no se puede repartir. Nada de créditos y subir impuestos, y menos querer castigar a quien los baja y funciona mejor. Suprimir tanto gasto superfluo como el de un gobierno con veintidós ministros, con muchos miles de trabajadores, asesores y enchufados, cuando las tareas del gobierno las estamos trasfiriendo en muchos casos ilegalmente a las autonomías.
Es rentable una buena educación y sanidad. También lo sería un buen plan hidrológico nacional, con trasvases y quizás mas embalses. Pensemos en el cambio climático que amenaza en convertir en estepa buena parte del secano español; por lo tanto, regadíos e invernaderos cada día pueden ser más necesarios y rentables. En España sí tenemos agua, necesitamos distribuirla.
Y nada de subir impuestos. Vigilar, descubrir y castigar, mejor económicamente y con inhabilitación de por vida para todo cargo público y menos cárcel, que resulta muy cara. Una corrupción que Sánchez dijo erradicar y parece estar asentada en las altas capas del gobierno y su familia. Su esposa y su hermano; Ábalos, vicepresidente y hombre de confianza; Koldo, especie de guardaespaldas, chico para recados y otros oscuros servicios; Cerdán, vicepresidente que sustituye a Ábalos, todos tres grandes amigos y tal para cual. Y que el cuarto, Sánchez, no supiese con quién se las gastaba, eso no cuela. Tiene grandes fallos y peores decisiones para un jefe de gobierno, entre las cuales no está el de ser tonto. Tonto no es.
Necesitamos un PSOE centrado, que se pueda entender en el PP en cuestiones de Estado, aunque no gobiernen en coalición. De seguir las cosas como están, apaga y vámonos.
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