Chocolate «pa» la memoria
Por si no nos resultó suficiente con el caldo de memoria histórica que nos sirvieron meses atrás, estos días nos obsequiaron con taza y media de memoria, por mor del trigésimo aniversario del 23-F. El poder y sus voceros pretenden refrescarnos la memoria con desmanes cometidos en el pasado para que no nos fijemos tanto en los desmanes que ellos cometen ahora. Pero el truco resulta burdo y son tan torpes que al día siguiente nos invitan a fijarnos en los desmanes que comete ahora el líder libio Gadaffi, aprovechando que está más que tocado, como si no tuviésemos memoria y no nos acordásemos de que es el mismo Gadaffi con el que los nuestros y todos los gobernantes europeos llevan lustros abrazándose y haciendo negocios, los mismos lustros que Gadaffi lleva cometiendo desmanes. Vamos, que responden a lo que el diccionario define como hatajo de hipócritas. Volviendo al tema de la efeméride golpista, a algún tertuliano se le llenaba la boca estos días cantando la madurez del pueblo, que, dos días después, salió a la calle a defender la democracia. ¡Ja, ja! El mérito hubiera sido salir esa misma tarde o a la mañana siguiente, pero esa tarde-noche el personal se conformó con escuchar el transistor y algunos a quemar o esconder papeles comprometidos. Salir cuando la «bomba» estaba desactivada resultó demasiado ventajista, pero, en fin, se entiende que la memoria sea selectiva. La suerte que tuvimos fue que aquello estaba mal organizado y que todo apunta a que algún pez gordo se rajó. Si la memoria no me falla, la intervención del Rey fue un pelín tardía y la de la Conferencia Episcopal, que casualmente estaba reunida aquellos días, más tardía aún. Las altas jerarquías de nuestra Iglesia tenían entonces más miedo a pecar por defecto de prudencia. De todas formas, el retraso episcopal no fue tan grave como para afirmar lo que escribía el catedrático Vicenç Navarro el pasado día 21 en El Plural. Decía este fulano que «en España todavía hay miles de personas temerosas de denunciar el terrorismo, apoyado por las derechas y por la Iglesia» (sic). Quizá lo único acertado del oráculo sea referirse a las derechas en plural, porque efectivamente parece que ahora en los gobiernos sólo cabe la derecha. El caso es que seguro que hay algún imberbe que cree a don Vincenç, porque de eso se aprovechan estos catedráticos de memoria peculiar: en que quien no tiene opinión se aprende cualquier canción. Por cierto, el señor Navarro colabora también con el diario «Público», que aquí nos llega insertado en otro diario regional. Así pues, muchos universitarios asturianos y sus familias leen gratis al tal Navarro, porque en algunas facultades de Oviedo, no sé si en todas, los alumnos pueden llevarse a casa cada día el periódico de marras. Se entiende que dispongan de periódicos en la sala de lectura o en la cafetería de la Facultad, pero lo de llevarlo gratis parece demasiado lujo. ¿Y por qué ese periódico y no los otros diarios asturianos? ¿Aprenden más los chavales leyendo en clave filosocialista? ¿Cuántos periódicos les pagamos los asturianos a nuestros universitarios? Será el chocolate del loro, como se apresuran a decir en estos casos los defensores de la bruja para minimizar sus despilfarros, pero chocolate del loro por aquí, chocolate del papagayo por allá, chocolate de la cacatúa por acullá... han convertido Asturias en una gran chocolatería, en la que, con tu dinero naturalmente, le regalan chocolate a quien quieren, cuando quieren y como quieren. Quizá sepan que el chocolate es uno de los alimentos que favorece la memoria. En fin, no creo que este «chocolate» universitario entre en los temas de la «operación Marea», pero tiene también su «cacao». Por cierto, de la «operación Marea» los grandes medios nacionales siguen sin hacer memoria. Los voceros de los «sociatas» persisten con los trajes del Gürtel y lo de Baleares y los «peperos» con los chiringuitos andaluces y los «faisanes» de Rubalcaba, pero sobre Asturias, tupido y estúpido velo. Según Madrid, aquí parece que sólo nos quedan los premios «Príncipe», de los que, por cierto, algunos tampoco nos atrevemos a presumir demasiado.
José Manuel Fueyo Méndez, párroco de Nuestra Señora de Covadonga, Oviedo
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