En recuerdo de José Antonio Martínez Allende, JAMA
Se nos ha ido José Antonio Martínez Allende, JAMA. Permanecerá en nuestro recuerdo como un ejemplo de vida que asumió con entereza, honestidad y pundonor.
No me sorprendió la noticia de su muerte. Era sabedor del deterioro progresivo de su salud. Unos días antes habíamos mantenido una conversación telefónica en la que me hizo conocedor de la situación en la que se encontraba.
A otro día de su muerte, Fernando Delgado insertó en el diario LA NUEVA ESPAÑA un obituario en el que resaltaba los valores y virtudes que adornaron su figura a lo largo de una vida fecunda al servicio de la sociedad, afrontada con valentía y decoro.
Con estas líneas, tan solo quiero dejar constancia del cariño y de la amistad que nos unió a lo largo de los muchos años en los que tuve la suerte de contarle como ejemplo y como amigo.
Nos conocimos en el año 1959, cuando él se incorporó a trabajar al pozo Monsacro, entonces perteneciente a la empresa Ensidesa, y mantuvimos desde un primer momento una relación muy fluida hasta el año 1969, fecha en la que pasamos a pertenecer a la empresa pública Hunosa, lo que supuso separarnos hacia nuevos destinos, pero nuestra amistad se mantuvo.
Cuando años más tarde me incorporé en la Hermandad de Donantes del Principado de Asturias como coordinador de Mieres, José Antonio ya formaba parte de la misma como miembro de la junta rectora y era su portavoz. En la asamblea general celebrada en el año 1993 es elegido presidente de la hermandad, y yo entro a formar parte de la junta rectora. Es a partir de ese momento que pasamos muchas horas trabajando juntos en pos de la promoción de la donación de sangre en Asturias, y día a día fui viendo cómo su compromiso con un movimiento altruista y solidario iba creciendo y consolidándose, creciendo al mismo tiempo en mí una admiración profunda y sincera hacia su persona. Fue un referente.
De las muchas virtudes que le adornaban, además de seriedad y rectitud, destacaban sobremanera su bondad, su disposición al diálogo, educación, inteligencia, “saber estar” y valentía, siempre dando un paso al frente cuando la situación lo requería. Pero para mí, sobresalía especialmente como comunicador, poseedor de una ágil elocuencia, sencilla y cautivadora, que a nadie dejaba indiferente.
Sirvan estas líneas para agradecer a José Antonio su amistad sin fisuras, y sobre todo agradecerle su trabajo sin descanso en pos de sus ideales. Su esposa, hijos, nietos y hermana pueden estar orgullosos de la huella que ha dejado.
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