¡Sáhara libre, referéndum ya!
Todos y todas sabemos que el Sáhara Occidental fue colonia española cerca de un siglo y que se desembarazó de ella entregando a su pueblo -provincia 53- al sátrapa marroquí.
Hubo al menos tres ingredientes que contribuyeron a este trágico desenlace.
Que Franco estaba en el lecho de muerte, agonizando y ajeno a las circunstancias, que el Gobierno presidido por Arias Navarro estaba en descomposición, ya que la democracia había ganado las calles, y que el ciudadano Juan Carlos de Borbón, elegido por obra y gracia del dictador, necesitaba de reconocimiento internacional, y nada mejor que plegarse al dictado de EE. UU., cuya apuesta era integrar el Sáhara Occidental en Marruecos.
La jugada de Juan Carlos estaba echada, y, mientras arengaba a las tropas españolas en el Sáhara, enviaba a un hombre de confianza y embajador -Colón de Carbajal- a negociar las condiciones de la entrega de la colonia a cambio de su reconocimiento como monarca.
Resulta curioso que el día 6 de noviembre se produzca la invasión de 350.000 marroquíes y ocho días más tarde -14 del mismo mes- se firmen en Madrid los Acuerdos Tripartitos entre España, Marruecos y Mauritania por los que nuestro país se desentiende de sus responsabilidades históricas, desoyendo la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, para entregar a un pueblo que formó parte de España, dotada su población del DNI español y con representación en las Cortes españolas del momento.
Hoy, y para curarse en salud, nuestras autoridades apoyan la integración del Sáhara Occidental como autonomía en Marruecos y así cubrir sus vergüenzas, pero ni es lo justo ni es lo más conveniente para el pueblo saharaui, que seguiría estando bajo dominación de la tiranía.
Hay que tener algunas cosas en consideración, y son: Marruecos no es un Estado autonómico, sino un Estado centralista. No hay garantías de que, en caso de aceptar la integración, su población pudiera gozar de los derechos humanos más elementales; por cierto, vulnerados a la población saharaui en su propio país ocupado. Tampoco hay garantías de que puedan ejercer cargos institucionales, ser jueces, policías o regentar determinados negocios y vida social. La represión actual, de la que hay infinidad de testimonios, da fe de esta opinión.
Visto esto, solo queda -por duro que sea- la resistencia.
Serán las "democracias" las que tengan que reconsiderar su cómoda posición.
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