A vueltas con el "Planeta"
Ya ha tenido lugar, por fin, el acontecimiento literario del año, ¡qué digo del año!, por lo menos de la década, lo nunca visto, "jamais vu", tan extraordinario como cuando se encontraron los restos de Cervantes en el convento de las Trinitarias: se ha publicado la novela recientemente galardonada con el premio "Planeta". Ahora luce en los escaparates como si lo hiciera entre armiños, con su tapa dura y su letra redonda. Confieso que fui de los primeros en criticarla sin haberla leído siquiera y pienso que ahí cometí uno de los grandes errores de mi vida, porque, amén de recibir palos, recriminaciones, el desdén de muchos y vacíos siderales, digo, no supe ver yo que estábamos ante una obra capital de la Literatura en lengua hispana. No soy de los que desprecian las segundas oportunidades y, agarrando una por los pelos, me permito ahora afear a aquellos que presentaban al autor como un nuevo Delibes, porque se han quedado cortos. El naturalismo que exudan las páginas de "Vera, una historia de amor" me hizo recordar a mi ilustre convecino Leopoldo Alas y me transportó a aquella juventud perdida en que alguien me hizo recorrer las calles de Vetusta. Es así que no acabo de comprender a esos críticos malvados, que le traen de cabeza a Juan del Val, que dicen haber sentido dolores hepáticos tras leer la obra. Pobres ignorantes. A mí me invadió una emoción tan honda que me eché a llorar cual magdalena, no pudiendo pasar del segundo párrafo. Le pedí a mi oíslo que me acabara de leer la narración y, escuchando su cálida voz, me quedé roque a las primeras de cambio y me perdí en un sueño lleno de tetas y culos. Algo grosero, sí, pero evocador. El escritor madrileño, haciendo gala de la modestia que suele adornar a los más talentosos, asegura que no se ve ganando el "Cervantes". Yo creo a pies juntillas que su obra es digna del "Cervantes", del "Goncourt", del "Princesa de Asturias" de las Letras y hasta de la "Flor Natural".
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