Grand Resort Sahara Occidental
Hace 50 años abandonamos la provincia española número 53 con sus gentes. Gentes con nacionalidad española y, por tanto, tan españoles como los de Ceuta o Melilla. A España le correspondió colonizar ese territorio además del norte marroquí y desde entonces hubo conflictos y guerras con Marruecos. Constituido el reino alauita en 1956, en 1957 llegó la guerra de Sidi-Ifni en defensa de la provincia número 51 de España. Tras ocho meses de guerra, nos quedamos sitiados en la ciudad de Sidi-Ifni, que abandonamos en 1969. Alentada la monarquía marroquí por EE UU, y siguiendo un plan de la CIA, Marruecos invade el Sahara Occidental con 350.000 civiles y 28.000 soldados armados camuflados entre ellos. Tres columnas de "Marcha verde", con una incursión militar una semana antes sobre Haousa, Farsia e Idiriya. El Ejército español ya había recibido órdenes de replegarse y no hubo enfrentamiento. El Ejército abandona definitivamente el territorio el 28 de febrero de 1976. Inmediatamente el Frente Polisario proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), y Marruecos y Mauritania ocupan militarmente todo el territorio declarándoles la guerra. En 1979 Mauritania abandona el territorio ocupado por ella, dejándolo bajo control del Frente Polisario. En 1980 Marruecos comienza la construcción de muros de contención, y el conflicto armado continúa hasta 1991, cuando se establece un alto el fuego.
La ONU se equivoca y Pedro Sánchez pone en peligro a Ceuta y Melilla; incluso el futuro de las Islas Canarias al alimentar la ambición irredenta del Gran Marruecos. Lo que la ONU debe hacer es elaborar un plan con la aquiescencia de todos los implicados para frenar la ambición supremacista marroquí: quizá promover una mancomunidad árabe del Sahara Occidental con la RASD, Argelia, Mauritania y Marruecos (si acepta). Sería la Commonwealth of Nations of Sahara o algo así.
Porque llegarán los Grand Resort del Sahara Occidental construidos en sus costas atlánticas: con China, India, y EE UU como grandes promotores. Sus principales atracciones turísticas serían barrios y ciudades españolas fantasma como La Güera, o practicar wind-surf sobre mar y arena. La energía necesaria para todo esto y para disponer del agua de las desalinizadoras se obtendría de parques eólicos y plantas termosolares cuyas sales fundidas se almacenarían en depósitos subterráneos solventando la intermitencia eléctrica. Grandes empresas de China, Francia y EE UU (mayoría en el Consejo de Seguridad de la ONU) estarían dispuestas a construir este proyecto turístico de lujo para conciudadanos pudientes. Se buscaría también tener un gran puerto para sus mercancías y explotar un Sahara productor de energía verde para la industria que se desarrolle allí. Para tal negocio, los inversores prefieren el autoritarismo marroquí: pero habrá resistencia.
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