Señor Barbón
Cuando alguien le alerta sobre posibles casos de corrupción en la comunidad que usted preside, su obligación no es esquivar el problema ni trasladarlo a otro. Su responsabilidad como líder es investigar, proteger al denunciante y corregir cualquier irregularidad. Sugerir que sea la propia persona quien denuncie equivale a evadir su deber y a desproteger a quien tuvo el valor de actuar con integridad.
La corrupción no es un asunto menor ni subjetivo: socava la democracia, erosiona la confianza de los ciudadanos y convierte los recursos públicos en un beneficio privado. Los ciudadanos trabajamos, pagamos impuestos y confiamos en que ustedes administren esos recursos para el bienestar de todos, no para su interés personal.
Ignorar o postergar la acción frente a la corrupción no solo es negligencia, sino complicidad. Quien lidera debe actuar con transparencia, rigor y valentía. Cualquier indicio de indecencia o irregularidad debe perseguirse, investigarse y resolverse, porque permitir lo contrario es avalar un sistema podrido que todos repudiamos.
La responsabilidad está clara: quien ocupa un cargo de poder debe ser parte de la solución, no del problema.
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