Prensa y periodistas en crisis, credibilidad en jaque mate
La prensa y los periodistas atraviesan una crisis profunda, no solo por la caída de ventas y la expansión de lo digital, sino por la pérdida de credibilidad y rigor informativo. Durante mucho tiempo pensé que la disminución de lectores y oyentes era un fenómeno generalizado debido a la era digital. Sin embargo, no es así: hay países y medios que resisten, aunque con descensos leves. Esto demuestra que el problema no es tecnológico, sino ético y profesional.
La prensa digital sufre por la falta de recursos económicos; la prensa impresa, aquella que se puede sostener y leer en papel, enfrenta otra crisis: ya no se compra. En España, la desaparición de quioscos es solo un reflejo de la desconfianza del público. Hoy se venden más periodistas que periódicos, y eso revela el tamaño del desastre: una profesión que alguna vez fue pilar de la democracia hoy lucha por su propia credibilidad.
Como alguien que siempre ha admirado esta profesión, me duele criticarla. Pero admiro, sobre todo, al periodista íntegro, imparcial, valiente y fiel a su código deontológico. Lamentablemente, muchos se dejaron arrastrar por ideologías e intereses económicos momentáneos, aprovechados por políticos que todo lo que tocan lo destrozan.
Estos políticos usan los medios para ocultar indecencias, promocionarse y devaluar todo: política, democracia, igualdad ante la ley, separación de poderes, periodistas y periódicos. Mientras tanto, los problemas reales de la ciudadanía -salarios insuficientes, subida del coste de vida, vivienda inaccesible, residencias, sanidad saturada- quedan relegados. La sociedad se distrae con debates insignificantes y confrontaciones inútiles, y parte de la prensa les hace el juego, convirtiéndose en cómplice involuntaria de la degradación de la política y del periodismo.
El camino para recuperar la confianza es claro, aunque difícil: se necesita una ley de prensa que garantice libertad, independencia y valentía, y periodistas que respeten su ética profesional por encima de intereses políticos o económicos. Solo así se podrá reconstruir un periodismo que informe y fiscalice con rigor, y no que se convierta en un instrumento de propaganda.
Mi reconocimiento va a quienes mantienen su integridad y compromiso a pesar de la crisis. Ellos representan la esperanza de que un periodismo serio puede renacer. Igual que en la sanidad, es urgente recuperar estas instituciones antes de que queden completamente secuestradas por el poder y la corrupción, o convertidas en simples instrumentos de conveniencia política.
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