Pisos a un clic
Jamás hubiera pensado que el mercado inmobiliario pasa por comprarlos por Telegram, a golpe de mensaje, como quien participa en un sorteo exprés. En minutos, un apartamento cambia de manos sin que el comprador lo haya visto, sin saber quién vivirá allí y sin importarle nada más que una cifra: la rentabilidad.
Este fenómeno no nace por casualidad. Hemos convertido la vivienda, un derecho básico, en un producto financiero más. Y mientras los inversores compiten por rentabilidades, miles de personas compiten por algo mucho más sencillo: poder vivir en su propia ciudad.
Que un piso en una ciudad se cierre en horas entre desconocidos que ni lo visitan revela una tendencia inquietante: la vivienda ya no se concibe como hogar, sino como oportunidad de negocio. Pero cada operación exprés tiene un efecto silencioso: encarece barrios enteros, desplaza vecinos y transforma ciudades reales en tableros de inversión a distancia.
No es casualidad que quienes compran puedan permitirse invertir sin ver la vivienda, mientras quienes vivimos aquí no podemos ni alquilarla. La mercantilización del derecho a habitar está creando un sistema donde la vivienda existe para generar beneficios, no para proteger vidas.
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