Inspire... espire
Acerco a la boca la taza humeante y doy un trago.
El té sienta bien en esta mañana de un noviembre pesado y triste.
Miro por la ventana de la cocina y todo es una niebla ligera, cargada de agua que lo empapa todo.
Veo subir por la ría una embarcación con dos siluetas a bordo. Cojo un pequeño catalejo y la enfoco. Es una vieja lancha de madera a la que han colocado a popa un pequeño motor fuera borda. El poco potente artilugio mecánico acusa su esfuerzo contra el empuje del curso natural de las aguas, ahora reforzado por la cercana bajamar.
Puedo ver a través de la lente cómo los dos de a bordo se arrebujan en sus ropas de abrigo, para protegerse de esta mañana de frío y humedad; el de proa calándose de forma más prieta su gorra de marino.
Imagino que vuelven de pescar lo que pudieron, aprovechando la marea antes del amanecer.
Ahora, su visión se pierde en la curva, ría arriba. Conjeturo que atracarán en los pantanales artesanos de la junquera del este. Quizá sean pescadores recreativos; no parecían profesionales.
A partir del día 10 del primer mes del año próximo, una nueva ley les va a obligar a la instalación en su lancha de un emisor de señal, que permitirá a las autoridades pesqueras su localización GPS en todo momento. También el titular de la lancha deberá disponer de un smartphone que le permita descargar la aplicación PescaREC, a la que tendrán que dar cuenta de sus capturas.
De esa forma, conocidos por las autoridades el/los sitios en los que se pescó y también el fruto obtenido, podrán ser llevadas a cabo las inspecciones oportunas; por los Vigilantes de Aguas Interiores, la Guardia Civil, el Seprona...
En la caza, la legislación de hace años referida se apoyaba en un concepto latino ("res nullius"), "cosa de nadie". Eso significaba que quien daba muerte a una pieza era desde ese mismo momento su legítimo dueño. Se decía que era una apropiación "por ocupación".
En el año 89 del siglo pasado la nueva ley asturiana eliminó ese concepto que regía la antigua. Y las especies de caza pasaron a tener la consideración de patrimonio público. Por lo tanto, propiedad de todos.
Es curioso pensar que cuando algo era "cosa de nadie" fuera potencialmente de todos (menos de los no cazadores), y cuando la ley convierte a ese algo en patrimonio público... parece pasar a pertenecer, de facto, únicamente a la Administración.
Los gobiernos, los políticos, los altos cargos de los distintos estamentos administrativos arguyen que una gestión adecuada de los recursos implica necesariamente su previa y adecuada ordenación.
Pero, por experiencias anteriores, todos los administrados sabemos que no es así. Lo que verdaderamente esconden las nuevas consideraciones legales, las nuevas normas y disposiciones, solo es, en la mayor parte de los casos, la aplicación de nuevas tasas, el cobro por nuevos conceptos y otros gastos derivados para el contribuyente (emisor en la lancha, smartphone para la app si no lo tuvieras, nuevo rotativo de emergencia con geolocalización en la DGT para el coche...).
Tras la nueva obligación de declaración de capturas para los aficionados a la pesca recreativa vendrá, en no mucho tiempo, algún nuevo tipo de tasa por lo pescado.
Eso sí, todos cada vez más informatizados, más conectados, geolocalizados... "aplicacionados".
Y cada vez más cerca del pago de una tasa..., qué sé yo, ¿por metro cúbico de aire respirado?
(Aunque sea declarado por ley como patrimonio público).
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