Un imperativo deseo
Es sabido, que la esquina noroeste de la Piel de Toro es tierra propensa a magias y misterios varios como la Santa Compaña, las meigas, o el liboshome, cuyas causas y motivos son inciertos. Los achacan unos a su opulenta alimentación, sus mariscos, sus vinos o sus orujos caseros. Otros, sin embargo, los atribuyen a las brumas y lluvias abundantes que puede hacer más penosa la soledad de muchas aldeas y rincones de Galicia, aunque con el supuesto cambio climático, escaseen las nieblas y cada vez se vean menos los enormes paraguas de antaño. Pero además de estos misterios, también es tierra donde se suelen dar por añadidura sucesos esperpénticos o surrealistas. Como el ocurrido en una aldea de Lugo durante las fiestas patronales de finales de junio de este año. Cuando un feriante empleado, quizás de una pista de coches de choque, después de terminada la fiesta, a altas horas de la noche, animado por, vaya usted a saber lo que ingirió o fumó, con la libido subida, ahíto de testosterona, no se le ocurrió otra cosa que entrar en una cuadra próxima al recinto ferial, atraído quizás por algún imperioso mugido o por la merecida fama que tiene la carne de las terneras gallegas.
El caso es que, preso de un deseo bestial, totalmente opuesto al amor platónico del toro Campanero por la luna, que abandonaba por la noche la manada, según rezaba una antigua canción, armado de cuerdas y taburete, señal inequívoca de la clara determinación del individuo, muestra también por las herramientas elegidas que conocía el oficio, con premeditación y alevosía allanó el establo, patiató a la primera vaca que encontró apetecible y subido al taburete se dispuso a cometer un acto para nada consentido por la rumiante, que sumida en apacibles sueños se veía pastando en jugosos y verdes prados junto a su próximo retoño. Sintiéndose incomodada en sus intimidades se despertó el manso animal, que empezó a emitir intensos y lastimosos mugidos. Alertada la madre del dueño de la explotación ganadera entró en el establo y al ver al hombre subido en un taburete pensó que lo que quería era robar el ternero, porque la vaca estaba a punto de parir en uno de esos días. Pero luego, al ver la cuerda, con la que estaba atada la vaca, pensó que el hombre tal vez lo que pretendía era ahorcarse. El caso es que la verdad salió a la luz cuando el dueño de la ganadería le acusó de estar beneficiándose a la cornúpeta, cosa que reconoció el feriante obligado según dijo por el imperioso deseo de su naturaleza; dándose a la fuga después.
Situación algo parecida a la de aquel chiste del granjero que no pudiendo ordeñar a la vaca, porque con la pata le tiraba el cubo de leche, cansado se quitó el cinturón para atarle la pata. En esto se presentó su mujer y al encontrarle con el pantalón bajado, al pobre no se le ocurrió otra explicación que decirle, que ya se lo podía imaginar, porque si le decía que trataba de ordeñar a la vaca no se lo iba a creer.
El agresor identificado y detenido por la Guardia Civil al día siguiente reconoció los hechos acaecidos. La pobre rumiante, a pesar del susto, afortunadamente se encontró en buen estado según constató el veterinario después de explorarla, y finalmente, los hechos fueron denunciados por los dueños de la vaca agredida.
Los esperpénticos detalles del suceso fueron conocidos a raíz de la celebración en días pasados en el Juzgado de Instrucción número 1 de Lugo; donde se personaron las partes en litigio: el dueño del animal, que acudió sin abogado porque como él mismo declaró: "Non busquei avogado para esta causa, para que vou gastar os cartos en semellante 'parida' se non lle vai pasar nada". Tampoco se presentó el acusado, representado por su abogado de oficio.
Por este motivo, aunque no se llegó a determinar el "acto de naturaleza sexual, con la vaca" por no haber podido escuchar la versión del acusado ausente en la sala, sí ha sido condenado por cometer un delito de maltrato grave del animal. Porque, aunque el veterinario constató que la vaca no había sufrido lesión alguna, se trató de un maltrato al animal que además puede reputarse como grave, dado que le ató de cabeza, las patas y cola para inmovilizarla, e incluso le pudo haber generado un episodio de estrés que le hubiera provocado el adelanto del parto o el aborto.
En definitiva, los actos del acusado supusieron un menoscabo y una humillación para el animal y en consecuencia fue condenado al pago de una multa de doscientos setenta euros y la prohibición de trabajar con animales durante cuatro meses, a pesar de los intentos del abogado defensor de cambiar la condena de su cliente, por la realización de trabajos en beneficios de la comunidad, porque según alegó, su cliente, a pesar de los hechos imputados, demostró un cierto afecto hacia el animal cuando trataba de amansarla diciéndole "quietiña".
Acabado el juicio, el dueño de la vaca expresó su disconformidad con la sentencia y rechazó la indemnización, según sus propias palabras:
«Era algo surrealista, non o podía crer». Non é considerado un delito grave de maltrato animal, pero despois os ganadeiros temos problemas se non respectamos a lei de benestar. Isto é un cachondeo"
"Paréceme moi grave, non só polo que lle puido pasar á vaca. E grazas a Deus que non lle pasou nada. Porque imaxínate que lle dá unha patada e queda ferido ou acaba morto. O problema ía a telo eu", dice, denunciando que en "Galicia vivimos do sector primario, pero sempre estamos indefensos"."... todo absurdo" .
Efectivamente, bastante absurdo, porque el juicio estuvo centrado solo en la vaca. Lo que por otra parte no deja de ser coherente con las ideas exageradas de hoy día, que priman y proclaman el bienestar animal, incluso a veces por encima de las personas. Al parecer nadie se dio cuenta de que el acusado, el feriante, si no fue un acto aislado lo que cometió, a lo peor, padece el complejo de zoofilia: la atracción sexual hacia animales, que puede tener graves consecuencias tanto para los individuos que la padecen como también para los animales que se ven involucrados. Achacable, según los expertos a experiencias traumáticas en la infancia o a un bajo nivel de habilidades sociales de trato y relación con los demás debidas a la soledad y aislamiento. Las prácticas zoofílicas suelen darse en zonas aisladas y de difícil acceso, generalmente en ámbitos rurales donde el contacto humano puede llegar a estar muy limitado, mientras que el acceso al ganado y otros animales es relativamente sencillo. Si además a todo ello se le añade la unión emocional que existe entre un animal doméstico o de granja.
Lo más recomendable hubiera sido que al acusado en lugar de imponerle una indemnización, que no aceptó el dueño del animal, se le hubiera impuesto la obligación de recibir tratamiento psicológico con el propósito de ayudarle a superar su problema.
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