El acabóse
Que el presidente Zapatero miente como respira es uno de los pocos consensos en la dividida opinión española. La discusión se limita a los detalles de si miente por branquias, por bronquios o por todos los poros. Hasta se citan fuentes monclovitas, que prefieren permanecer en el anonimato, que aseguran que el presidente arranca tarareando cada mañana, mientras se afeita y se ducha, lo de vamos a contar mentiras tralará. No es por llevar la contraria, pero hoy me levanté de buen talante y me apetece echarle un cable a este presidente tan discutido y discutible. En ese mar de los Sargazos veo flotar un par de verdades que ZP repite y le mantienen a su vez a flote porque a la gente le gusta mucho oírlas: -Estamos más cerca del final de ETA este año que el año pasado / Puedo asegurarles que con lentitud, con cautela, pero de forma segura nos acercamos al final de la crisis. Porque verdades, las justas y por no hacer demagogia, ZP no añade al repertorio que su Gobierno ha hecho los deberes y, así, al comienzo de este siglo XXI tenemos más cercano el fin del mundo que al final del siglo pasado.
Asoma aquí un ZP de postrimerías, de los ultimate concern; escatológico y presocrático en el fondo, que no cita el poema de Parménides para no acomplejarnos. Paro lo voy a citar yo, aunque sea de memoria, para que no piense ese lector que a lo mejor tengo que me estoy marcando un farol y hablo a sabor de boca: -Cada cosa por sus pasos va a su fin, según ley rigurosa de Justicia (Dikè) la divina (fin de cita). Así, con cada paso, cada cosa (ETA, la crisis y el mismo Zapatero) está más cerca de su fin. Antes que ZP ya Fernando de Rojas estaba muy impresionado con el poema y también cita a Parménides sin nombrarlo. El fin, no le demos vueltas, es el columbario. Y solo en el fin (todos calvos), se impone la justicia, pues en el recorrido (los famosos pasos) reina la injusticia, siendo más los feos (kakós, la palabra ya lo dice) que los guapos (kalós), los pobres que los fortunados; y por este tenor un largísimo etcétera que sería penoso enumerar. Y eso no solo en tiempos de la guerra de Troya (que hay quien dice que no hubo), sino que hasta ahora mismo y en las sociedades más avanzadas. Aunque precisamente en la España de ZP, por primera vez en la historia vamos camino, sumando prejubilados y liberados (por no hablar de los EREs andaluces, que registran los primeros casos de bebés que nacen jubilados), de que sean menos los que viven por sus manos que los que viven del cuento. Algo pues se va ganando a medida que Zapatero nos acerca del final.
Pero nos estamos alejando de la glosa. Lo que se dice justicia, sólo en el final de todos calvos. Y ellas también (para que no protesten las y los de la filosofía de género). No hay más eternidad, según Pármenides, que la de la naturaleza (la famosa Phýsis del primer trimestre del último curso de bachillerato). No es de extrañar que con doctrina tan sólida Zapatero aguante. Los que ante las próximas elecciones se frotan anticipadamente las manos pensando que, muerto el perro, se acabó la rabia, no deberían vender la piel del oso antes de contar los votos. Frente a Parménides tenemos a Heráclito con su yenka del eterno retorno; y ya lo dijo el poeta, la danza es un arte por ser un caminar que no lleva ninguna parte. ¿Y si millones de electores, como los arrabiati de Savonarola, le vuelven a decir al perro muérdenos de nuevo, guapo, que contigo da gusto rabiar? La estulticia como agente histórico y social la estudia André Glucksmann en La bêtise. Glucksmann nació en el 37, no es un presocrático.
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