El trail running se encuentra en plena transformación en todo el planeta
Hay quien dice que correr es para huir de algo; yo era uno de estos. La montaña es increíble por su relieve, por los caminos que te llevan a ver paisajes mágicos que te hacen volar hacia el cielo y te hacen ver insignificante ante su majestuosidad, pero también puede ser brutal y cruel.
Pero después de unos cuantos kilómetros, desniveles acumulados en las piernas y unas cuantas carreras, veo que es justo al contrario, correr es hacer frente, luchar contra las adversidades, paso a paso, que se te creen por el camino. Es un proceso personal, porque en la montaña no hay filtros o excusas, estás tú, tu cuerpo y tu cabeza. Por eso gusta poder ver cómo todo ello, las carreras de montaña y la montaña, ya no es un espacio solo para unos cuantos privilegiados, sino un espacio donde todo el mundo que quiera tiene un lugar.
Viendo atletas como Pol Makuri o María Petit, cada cual como es, subiendo montañas de gran nivel o compitiendo al nivel que lo hacen, veo que la inclusión no es una moda pasajera, sino una revolución silenciosa hacia la normalización en este deporte. Ninguno de ellos quiere compasión, quiere participar con igualdad de oportunidades, para hacer de su presencia una inspiración para el resto de personas con diversidades funcionales.
El problema lo encontramos no en barreras invisibles, sino en mentalidades que piensan que la discapacidad es un límite, cuando muchos atletas demuestran con sueños y trabajo duro que el límite nos lo ponemos nosotros, y solo tenemos que mirar más allá, tener pasión y soñar.
No dejamos de banda las federaciones, las organizaciones de las carreras y las marcas que están declarando sus intenciones con proyectos inclusivos haciendo que en un futuro próximo no haya que hablar de inclusión, sino solo de deporte, y este día habremos hecho cumbre, o, mejor dicho, habremos llegado a la meta.
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