Que se hable de ellas
Si existe un colectivo olvidado, silenciado de las luchas por la igualdad, es el de las mujeres de más edad. Esos seres que han sido el soporte fundamental de los hogares con sus muchos hijos y sus maridos ausentes o muertos, que aplacaban el hambre cuando apenas había para comer, amasaban el pan con sus manos como una obra de amor y resistencia e incluso trabajaban en más de una casa aparte de la suya para subsistir.
Pero reconocimientos, muy pocos: cuando pasaban a ser abuelas, algún detalle de los nietos, pero su misión en la vida era estar disponibles las veinticuatro horas, sin excusa ni motivo que justificase su ausencia, pues se podría ir abajo todo el entramado familiar si no había nadie que las sustituyese.
Con la llegada de la democracia se les reconoció algún derecho, como el de opinar y quejarse porque "los tiempos estaban cambiando", pero la falta de independencia económica las sujetaba al yugo del marido, el que traía el sueldo, porque "sus labores" no cotizaban y no permitían tener mañana una pensión.
Cuántos sinsabores y lágrimas han conocido las almohadas y el pañuelo guardado en el bolsillo, por tragarse malas contestaciones, desprecios o algo más que un empujón. Desagradecimiento recibido a cambio de esfuerzo y sumisión, injusticia aplicada por el régimen tanto al pobre como al débil.
Por eso se merecen tener voz, que se hable de ellas, aunque para muchas sea tarde. Que se les reconozca su contribución a mejorar este país, dar prosperidad e igualdad para las jóvenes y ser memoria viva de las injusticias vividas en sus carnes y en su entorno. Son las heroínas de la España en blanco y negro, porque cualquier tiempo pasado no fue mejor, lo diga Agamenón o su porquero.
José María W. Gómez
Gijón
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