El tenis es de ricos
Hay quienes hablan de una supuesta crisis de los 30. Dicha patología, que todavía no cuenta con código habilitado de la OMS, tendría entre sus síntomas un desánimo que podría ir desde la mirada melancólica hasta la depresión clínica, el visionado compulsivo de la serie de televisión "Friends", y la adhesión a determinados cultos como el pádel, el runin, o el tenis. No os voy a engañar, yo he caído en las tres como ratón en trampa de suculento queso.
¿Qué lleva a un hombre adulto y con claros signos de sobrepeso a embutirse en una camiseta técnica? Y lo que es peor, ¡¿a ponerse pantalones cortos?! Pues así estoy.
No os voy a mentir, me encanta jugar al tenis. Como dijo Matthew Magónajiu, más allá de que sea bueno y hagas ejercicio y todas esas patochadas promovidas desde el pospuritanismo de las redes sociales: es muy divertido. Tanto que me da pena haber necesitado una crisis personal para descubrir algo con lo que me lo paso tan bien. ¿Por qué no se enseña en el colegio? ¿Por qué no surge de forma espontánea? ¿Es porque soy pobre? ¿Es el tenis un deporte de ricos?
Eso es lo que me dicen en mi entorno, algo escorado a la izquierda. Yo no lo creo. Vale, una raqueta puede costarte 100 euros, aunque también las hay más baratas, y no es como si necesitaras una cada año. Por menos lo mismo que te cuesta una copa en el Amaná, has pasado dos horas de lujo con un amigo, tu pareja o cualquier correligionario solitario.
Pero tengo una mosca detrás de la oreja. ¿Por qué no hay pistas gratuitas?
En Oviedo, la mayor parte de pistas de tenis pertenecen a comunidades de vecinos que las han convertido en espacios liminales, gigantescas placas de Petri donde se ve qué puede nacer en el asfalto. Luego están el Club de Tenis y el Centro Asturiano, privados. Y finalmente las públicas: las autonómicas de El Cristo, con su particular yincana administrativa para solicitarlas; la del CAU, reservada para la comunidad universitaria; y las municipales. Aquí tenemos dos tipos: las públicas-públicas, como las del Parque del Oeste, ocupadas por las clases; y las públicas-peronotanpúblicas, como las de Otero. Las últimas son de titularidad pública pero de gestión privada por obra y gracia de Gabino de Lorenzo, quien decidió privatizarlas por tiempo de 50 años allá por los 90, junto al resto de las instalaciones deportivas del barrio, lo que las excluye del famoso Abono Deporte.
¿Quieres jugar al baloncesto?, hay canchas por los parques; ¿al futbito?, lo mismo; ¿al pimpón?, lo stesso; ¿al voleibol?, the same; ¡¿al disc-golf?!, el mateix; ¿al tenis? ¡A pagar! Acabas gastando entre 30 y 50 al mes (Si te parece poco es porque los tienes).
Y yo que pensé que eso de que el tenis es de ricos era un prejuicio de una izquierda acomplejada, pero quizás la derecha también lo ve así. Por lo pronto, yo hoy a pagar dos horas de pista pública-privatizada, que no tiene ni una silla de plástico, con mi raqueta heredada y mis pelotas gastadas, a pasar un rato increíble con mis amigos en Oviedo, Ciudad Europea del Deporte.
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