Cuatro chicos portugueses
Ha salido la sentencia del caso que ha ocupado este escrito hace ahora cuatro años.
Me pregunto qué habría ocurrido a estos chicos si no existiese el vídeo que da lugar a la sentencia absolutoria. También me pregunto por los que se han manifestado aquel día ante la única existencia de una denuncia. ¿Volverán a manifestarse para resarcir un daño que ha durado cuatro años? ¿Los medios publicarán aquellas fotografías de los manifestantes?
LA NUEVA ESPAÑA, "Cartas de los lectores". "Cuatro chicos portugueses", 8 de septiembre del 2021 - Pedro Mieres Barredo (Oviedo). Leído en prensa: "Dos jóvenes veinteañeras agredidas sexualmente por cuatro hombres de menos de treinta años".
Al día siguiente se convocaron manifestaciones de condena y altos políticos acuden a las plazas sin conocer nada de lo sucedido: "Cuando las chicas denuncian es que algo grave ha ocurrido". Los presuntos acusados no son chicos ni son jóvenes ni veinteañeros, aunque tengan menos de treinta años, y nadie les ha creído. No hay piedad para ellos ni se les supone inocencia ni bondad ni generosidad ni la condición de ser o haber sido buenos hijos o buenos nietos ni haber sido la alegría de sus casas, ni haber sido niños. Se les ha asociado a la maldad y a la violencia. Por una denuncia. Y han nacido ayer, como quien dice, y no los conocemos de nada. ¿Y si fuesen culpables? No habría piedad ni disculpa aunque hubiese sido el primer error cometido en sus vidas. A los cientos de manifestantes que han abarrotado las plazas (en las fotos publicadas no iban más allá de ciento sesenta y siete, pero bueno) debería exigírseles un certificado sexual, o sea, que me gustaría conocer cómo han utilizado su sexualidad a lo largo de sus vidas. Igual muchos de ellos tendrían que enrollar la pancarta que portaban, y una vez bien enrolladita darle el uso que más les plazca. Porca miseria. Tanta intimidad callada, escondida, secreta, como si no supiésemos de qué va eso de la especie humana. Cómo me gustaría conocer los entresijos sexuales de sus vidas y a cuántos otros seres se han llevado por delante, de diferentes maneras, porque hay mil maneras de abusar sexualmente del otro. Porca miseria, again. La lucha por la igualdad era una lucha contra la tiranía, y al tirano no se le iguala, se le derrota y aniquila. Pues bien, la victoria ya ha sido lograda, y ahora mandan los otros, con poder absoluto. Tan absoluto que han podido hacer lo que ningún tipo de violencia puede igualar: redactar unas leyes a la carta. Solo desde la supremacía absoluta se puede legislar a voluntad. Es el aprovechamiento del éxito sobre los restos del vencido. Algo parecido a los horrores de la retaguardia en la huida del derrotado, pero en este caso por los que han ganado. Y surge "el tiempo del terror", y comienzan las represalias no solo contra los vencidos sino contra los correligionarios que no manifiestan suficiente convicción en la toma de decisiones. La violencia ha alcanzado un nivel imposible de superar, el de unas leyes injustas, y que es infinitamente superior a cualquier otro tipo de agresión, por su "legalidad", su crueldad y su permanencia. Y en eso estamos. Y la tiranía sale a las calles y plazas pidiendo la "aplicación inmediata" de la pena, porque no necesitan más que una denuncia. Son los conquistadores. Hay un miedo infinito y los medios de comunicación saben que no pueden aludir a "cuatro chicos" o "cuatro jóvenes" o a "cuatro veinteañeros", resultaría sospechoso. Y la guillotina mercantil no descansa y basta que en tu puerta graben "fascista" o "machista" para que tu vida profesional, empresarial o personal haya que darla por muerta. Por cierto, chicos (sí, os hablo a vosotros, chicos, hasta ahora inocentes), Lisboa y toda Portugal son maravillosas. Estaréis orgullosos. Me muero por volver.
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