La mina es imprevisible hoy como ayer
Que el comportamiento de la mina es imprevisible lo sabe cualquiera de los miles de mineros que en Asturias lidiaron y lidian con tan bravo toro. Viene esto a colación por el mortal accidente de una mina de la zona del Narcea.
Al oír la noticia pensé que se trataba de un derrumbe en la rampla o zona de arranque del carbón; no podía imaginar que hoy en día en una galería pudiese ocurrir algo así. Mis conocimientos de mina son muy escasos, pero aun así, por lo poco que aprendí allá por el año 1956 en mis doce meses de ayudante de entibador en el pozo Barredo de Mieres, pretendiendo librarme de la mili y tratar de ingresar en la escuela de capataces -que por cierto no conseguí- pude ver que entonces la galería era casi tan peligrosa como la rampla, ya que entonces la entibación se hacía con madera y pasado un tiempo esta se pudría y no soportaba el peso de cualquier desprendimiento, produciendo lo que los mineros llamaban una quiebra. Pensaba yo que las galerías hoy estarían entibadas metálicamente y con ello la seguridad estaría garantizada; veo con tristeza que no es así, y que aún hoy sin estar en la rampla o arranque del carbón te puede costar la vida el venirte encima toneladas de piedra y pizarra.
En el poco tiempo que pasé en la mina me tocó hacer frente a varios derrumbes en la galería y comprobar la valentía de aquellos hombres de profesión entibadores que, tras retirar del suelo el escombro, se encaramaban sobre los cuadros de entibación construyendo con maderos lo que denominaban una llave para tratar de cegar la bóveda dejada por el derrumbe. Quiero mencionar entre otros, con todo mi respeto y cariño, a los compañeros Juan Lada, Arango, Tista, Victorín (el Truchu), Penedo, Chuchu y cuantos otros de aquellos que para mí fueron verdaderos compañeros en el mejor sentido de la palabra. Si aún vive alguno, un afectuoso saludo; si ya no están, deseo que descansen en paz, se lo merecen.
José Luis Álvarez Lauret
Gijón
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