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Mis vivencias en las marismas del Sella

27 de Noviembre del 2025 - José M. Alonso Blanco (Ribadesella)

Desde que tengo uso de razón siempre al levantarme de la cama veía las marismas del Sella, pues mi casa en el "Pico Ramón" estaba enfrente de ellas.

Recuerdo cuando los aldeanos de la comarca venían a cortar juncos en el tren de "Económicos". Los cuales, una vez tratados y secos, servían para enriestrar productos de la huerta, por ejemplo: cebollas. Cuando llegaba el invierno, las marismas tenían muchas aves, que venían de otras latitudes a invernar. Era una zona de caza. De niño, me gustaba ver a los animales en su hábitat, pero sin molestarlos. Aprendía de sus hábiles comportamientos. En primavera había una gran eclosión ecológica. Aparecía el espectro electromagnético, desde el azul al rojo. Es decir, todos los colores. El verano era divertido. Andábamos por las marismas en traje de baño y descalzos. Nos hundíamos en el lodo, a veces con él nos pintábamos el cuerpo y decíamos que éramos negros. Todo muy gratificante y gratis.

No existía la contaminación de casi nada. La calidad de las aguas de las marismas nunca provocó ningún problema dermatológico. Todo era natural y saludable.

Recuerdo que en el Descenso Internacional del Sella en los años sesenta había rota una piragua. Nos hicimos con ella y tuvimos que colocar una tabla para que el agua no entrara en la embarcación y así poder navegar por los bellos regatos. De aquella no había productos químicos aislantes y, por lo tanto, había que "achicar" el agua de vez en cuando. Un serio problema para la navegación de esta "chalupa".

Mi educación fue paramilitar. Se me compraba lo justo, pues decían que había que ahorrar para cuando no hubiera. Entonces, en el verano inventé el juego de las piraguas selleras. Consistía en coger un puñado de palillos planos, a los que se les ponía un triángulo equilátero o dos, según fuera K-1 o K-2, además del nombre del país participante: Francia, Dinamarca, Noruega, etc. La marea tenía que estar subiendo. Tiraba todos los palillos juntos al lado de la compuerta que regulaba el paso del agua de la marea a las marismas. El flujo del agua los arrastraba, pero había que tutelar el ficticio "Descenso del Sella", pues los palillos encallaban en el "marrachu" (algas) y había que ponerlos a circular de nuevo. Hacía trampas para hacer ganar a España, creo que sería por los valores que nos inculcaban en las clases de F. E. N. (Formación del Espíritu Nacional).

Unos cuantos metros más arriba de la compuerta había dos grandes tubos horizontales, sobre los que yo me tumbaba y recogía los palillos piragua-ficción colocándolos en línea recta, por riguroso orden de llegada. A mí siempre me gustaba ver a España ganadora. El Sella lo ganaba un danés llamado Hanssen, cada año con un compañero distinto.

Las marismas, las piraguas, mis padres, mi mujer y mi hijo son el eje principal de mi vida en esta tierra cainita.

Amigo Sancho: "Visitaremos las marismas del Sella cuando estén restauradas, y nuestras bestias pacerán sus buenos pastos".

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