Gracias, Félix Richard
Estando en la cafetería de la Residencia del Hospital de Oviedo –eran las 11 de la mañana– he bajado del tercer piso donde están operando de una cadera a mi esposa Mari Carmen... Como ausente, con la preocupación a cuestas –siempre impone un quirófano–, pensando brevemente en los días felices y tristes que hemos vivido juntos durante cuarenta y ocho años, desde que nos casamos en la iglesia de San Juan el Real (1963), siendo todavía yo un estudiante, meditaba más bien en la más triste de las épocas, como fue la vivida guerra fratricida sandinista; han pasado treinta y un años, cuando los «triunfantes» comandantes de la «revolución», ahora todos millonarios, nos dejaron sólo con lo puesto... Y así, empobrecidos, volvimos a Oviedo para desahogar en unos meses tal desventura irreparable... Tras sorber poco a poco un café, he abierto las páginas de LA NUEVA ESPAÑA (28-02-2011) para leer, como suelo hacer siempre, primero las esquelas para ver si algún amigo, de los muchos que tengo, se me ha muerto... Pero, ¡vaya sorpresa! al leer, como también siempre me presta, el sencillo, sabio, humano, social «Primer café» de Félix Richard... Y, tras leerlo, metido en una bullanguera «soledad» (donde hay dos españoles/as, o más, al hablar todos a la vez, como en la tele «Sálvame»... ya me dirán...) he visto, como nunca, su magistral «Despedida y cierre», donde alienta a mi carbayona para que supere el trance.... Y, para rematar la lectura, otra admiradora del popular y querido escritor, en la misma página, le escribe a éste: «Las cosas de Félix Richard», una exquisita dama, Asunción Rodríguez García, a la que, por cierto, no conozco, de la que copio: «Nos regaló sentimientos de los que dan calorcito al corazón, humedecen los ojos»... inyectándose de pronto los míos de lágrimas... Por su escritura de alientos, ¡gracias, Félix Richard! ¡Excelentísimo señor! como te suelo llamar siempre; otra vez: ¡Gracias, Félix Richard!
Heradio González Cano
Oviedo
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