La cocina caníbal
El Ministerio de Agricultura acaba de notificar que la peste porcina africana ha vuelto a nuestro país 31 años después de que se detectara el último caso, y los que son del sector (y los que no) están en vilo, casi al borde de la parada cardíaca. A mí me entran escalofríos solo de pensar que todo esto pueda repercutir en el precio de los derivados del cerdo. ¡Ay! ¿Qué sería de nosotros sin esas manitas, esas carrilleras o ese jamón serrano? Un buen amigo, obsesionado con las teorías de la conspiración, me ha asegurado que estamos ante una estrategia ideada por los cerebros grises de Moncloa para salvar a Sánchez y perpetuarlo en el poder, y que consiste en subir el precio de los alimentos, negarnos el pan, el aceite, los huevos y lo que tercie y que no nos quede otra salida que comernos unos a otros. Yo estoy de suerte porque tengo un juego de utensilios de cocina, nuevecito, y un ejemplar de "La cocina caníbal", de Roland Topor, donde se explica cómo preparar un hombre a la sal gruesa, entre otras suculentas y económicas recetas. He decidido que voy a empezar por zamparme al vecino del primero, que siempre pone la música a todo volumen hasta las tantas y no me deja conciliar el sueño. Es una pena. El tipo tiene buen gusto y últimamente escuchaba en bucle los grandes éxitos de Harry James y su Orquesta. Pero es que por su culpa se me ha metido el gusanillo musical en el pabellón auditivo y me paso las horas tarareando la pieza "I've heard that song before".
(Sirva está carta como homenaje a Roland Topor (1938-1997), dibujante, novelista, escenógrafo y dramaturgo francés de origen polaco, maltratado por el olvido y sepultado bajo toneladas de conciencia progresista. Urgen más artistas patafísicos y sobran los escribidores subvencionados).
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