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Pedro de Silva, creador del conflicto lingüístico

2 de Diciembre del 2025 - David Alvargonzález (Gijón)

En su reciente libro de memorias dialogadas con César Iglesias, titulado "Lo que queda a la espalda", el que fuera durante dos mandatos presidente del Principado de Asturias, el abogado Pedro de Silva, defiende la política lingüística desplegada por sus gobiernos. A la pregunta de Iglesias acerca del conflicto lingüístico en Asturias, el expresidente contesta: «¿Hablamos claro? El conflicto lingüístico no existía en tiempo pasado, pero la resignación a la paulatina desaparición del asturiano [aquí De Silva pidiendo el principio de la existencia de una sola lengua asturiana] hizo necesario crearlo a mediados de los años setenta, siguiendo la senda abierta en otras regiones [...]» (p. 367). Esa necesidad de crear un conflicto donde no existía la justifica Pedro de Silva por el hecho de que el asturiano (nuevamente pidiendo el principio) «simplemente estaba ahí».

Se tiende a pensar que los gobernantes no están para crear conflictos sociales nuevos, sino para resolver los existentes, pero en este caso, «hablando claro», Pedro de Silva reconoce que él se dedicó a crear, fomentar, promover e impulsar un conflicto social que no existía. Es de suponer que él tenía algún interés propio en que ese conflicto apareciera y creciera. El propio De Silva reconoce que, aparte de él mismo, los únicos que estaban interesados en ese conflicto eran «ciertos universitarios», suponemos que por las expectativas que tenían de ver acrecentado su poder o su relevancia. Por lo que él mismo cuenta, ni siquiera su partido, el PSOE, estaba interesado en crear ese conflicto.

Resulta chocante que un político progresista sedicente, que tantos cambios y tan sabios propició en su actividad como gobernante, justifique la creación de un conflicto social en la mera existencia de algo, en que algo «simplemente estaba ahí». A propósito de este tema, se ha dicho muchas veces que las lenguas no tienen derechos de existencia, los que tienen derechos son los súbditos. Es de suponer que no hay que recordárselo a un abogado de profesión. Los súbditos tenemos la esperanza de que los gobernantes no sean pirómanos, dedicándose a crear y fomentar conflictos sociales, pero justamente en este tema del nacionalismo (que Pedro de Silva presenta como «regionalismo») estamos hartos de ver cómo los gobernantes crean artificialmente nuevos conflictos cuando a ellos les viene bien. De este modo, ciertos gobernantes, como Pedro de Silva confiesa acerca de sí mismo, son unos auténticos pirómanos y, luego, se postulan como bomberos.

Pedro de Silva reconoce que el asturiano no existía como tal, afirmación que entra en contradicción con su gran argumento de que «simplemente estaba ahí». Él mismo reconoce que, como esa lengua no se hablaba, había que normalizarla, estandarizarla, falsearla y meterla en las escuelas, es decir, había que inventarla. Y, lo que es más importante, para seguir alimentando el conflicto, considera que, ahora, ha llegado ya el momento de imponerla, eufemísticamente «hacer de ella una asignatura curricular más», y convertirla en lengua oficial (pp. 368-70). ¡Viva Asturias libre!

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