Oviedo verde, bicis azules
Oviedo presume de ser vetusta; quizá sea este el motivo de su atraso en lo que a movilidad se refiere.
La última medida municipal para "promover" la ecomovilidad consiste en un servicio privado de alquiler de patinetes y bicis eléctricas que nadie usa. Quizá porque salga más barato coger un taxi o comprarse una. Es cierto que nos hacen parecer una ciudad moderna, pero en realidad no sirven más que para pintar de verde la imagen del Ayuntamiento. ¿El beneficio de la concesionaria? A saber; me temo que en este tinglado solo una parte no sale ganando. La misma de siempre.
La ecomovilidad no consiste en adornar la ciudad con bicis azules. Sin embargo, es una idea que tiene tirón: en las últimas campañas electorales se ha insistido en prometernos cientos de kilómetros de carriles bici que, por supuesto, jamás se han hecho. En realidad, nunca fueron más que un cebo electoral para incautos; así nos respetan. Y es que parece que a esta ciudad le viniera grande eso de la movilidad sostenible. El grado de compromiso municipal con dicho concepto lo ilustra el bochornoso episodio del carril bici pintado por el centro el Día Mundial de la Bicicleta de 2020. En Oviedo, a lo más que se ha llegado nunca es a construir los tramos, ilógicos e inconexos, exigidos por las subvenciones europeas.
La bici, que representa en el resto del mundo la movilidad limpia, eficiente y sana, se asocia aquí con rojos, pobres y perroflautas. Es triste. Haríamos bien en desterrar esta absurda asociación de ideas si queremos llegar a parecernos a ciudades, no ya como Ámsterdam, Copenhague o París, sino como Albacete, Vitoria o Pontevedra. Para ello, sería imprescindible la adopción de políticas que implicasen no solo hacer carriles bici seguros y que lleven a alguna parte, sino también, y sobre todo, el desarrollo de campañas educativas y promocionales para estimular y valorizar socialmente el uso de este medio de transporte. Y es que el desprecio institucional hacia la bici, además de ser globalmente caro, puede ser peligroso; hay quien no nos considera más que estorbos para el tráfico. Para saber lo vulnerable que puede llegar a ser una bici entre coches y autobuses, nada mejor que pedalear un poco por esta ciudad que se está moldeando según un ideal tan interesado como excluyente. Necesitamos seguridad y, para conseguirla, son muchas las medidas, baratas y efectivas que podrían implementarse con facilidad: espacio delante de los coches en los semáforos; complementar estos últimos con un "ceda el paso" en ciertos cruces; aceras compartidas; direcciones prohibidas permitidas... No hablo de experimentos: estas y otras medidas se han implantado con éxito en muchas ciudades europeas, grandes y pequeñas, hace ya mucho tiempo.
Tristemente, nunca vamos a conocer estas otras realidades si pensamos que nada puede ser mejor que lo nuestro. Señor alcalde, la sabiduría está en el camino; hay que viajar más y aprender de quienes nos llevan, en esto como en tantas cosas, medio siglo de ventaja.
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