La Nueva España » Cartas de los lectores » Las hermanas Murias

Las hermanas Murias

4 de Diciembre del 2025 - Fernando Vijande Fernández (Castropol)

Esta leyenda me la contaba mi madre de pequeño para que tuviéramos en cuenta el fruto del amor y sus consecuencias.

En los albores del año 1900, Cecilia de Murias y su hermana gemela Teodora andaban vestidas de diario con una falda que les cubría las rodillas y un jersey holgado de lana de oveja, en el cual aparecían algunos agujeros que las agujas de calcetar, haciendo un paréntesis, se los habían saltado formando una rotonda por donde entraba sin ninguna prioridad el viento del norte.

También tenían ambas la ropa de guardar, que se ponían los domingos para ir a misa y también a los funerales de los allegados a la familia, que eran muy numerosos.

Esta ropa de guardar consistía en vestidos de tafetán ligero, liso y de aspecto brillante de algodón, con una caída en pliegues que resaltaba la figura escultural de sus cuerpos tan similares.

Cuando hacía algo de frío, se cubrían cada una con una rebequita de lana fina de punto y con botones plateados desde la garganta, que estilizaba el cuello y su figura.

Desde pequeñas, ambas hermanas compartían los gustos por la lectura y se comunicaban entre ellas con la mirada sin necesidad de la palabra.

Cuando un caballero del vecino pueblo se hizo presente en el lugar, ambas quedaron prendadas de su figura y de su porte a lomos de un caballo alazán, y de su locuacidad y bonhomía en su comportamiento.

El caballero visitaba a las dos hermanas todas las semanas, acompañado de su perro mastín, un guardián que le seguía fielmente en su camino.

La relación con las dos hermanas gemelas progresó adecuadamente y ambas quedaron encinta al mismo tiempo, a pesar de encomendar a Dios con gran devoción que protegiera su honestidad y su decencia.

El caballero andante, que no distinguía a ninguna por su aspecto y su amor recibían ambas en cada instante, siguió visitándolas a menudo sin tener conocimiento de su acción reprobadora.

Las dos hermanas urdieron un plan para lavar su honor y, en una de sus visitas, le obsequiaron con unas cuantas copas de aguardiente y consiguieron que Morfeo se instalará en su mente y adquiriera un estado de somnolencia excesiva.

Lo llevaron dormido a la orilla del mar y, al subir la marea, lo ahogaron junto con su caballo. Su cuerpo y el de su montura no aparecieron jamás.

Todas las semanas, el perro mastín siguió visitando a las dos hermanas y levantó sospechas en la judicatura sobre la desaparición del galán cortejador y su caballo.

Un tiempo después, fueron detenidas las dos hermanas por la justicia, confesaron el crimen, y los nasciturus, fruto de sus vientres, fueron llevados a la inclusa al nacer.

Las dos hermanas terminaron en un psiquiátrico con ansiedad, depresión y estrés postraumático y todos los días, como si el tiempo se detuviera, esperaban al anochecer al caballero y su montura, acompañado por su fiel mastín, objeto de su desgracia.

Cuentan los viejos del lugar que en las noches de luna llena se escuchan los cascos de un corcel acercándose al pueblo y el llanto angustioso de un caballero buscando desesperado a dos infantes desaparecidos.

Hay quien asegura que a este caballero andante le acompaña un perro mastín en su peregrinaje nocturno.

Cartas

Número de cartas: 48899

Número de cartas en Diciembre: 22

Tribunas

Número de tribunas: 2174

Número de tribunas en Diciembre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador