Menos velocidad igual a más recaudación
Ya sabemos que el señor Pérez Rubalcaba, a la sazón ministro del Interior y vicepresidente del Gobierno, es un gran aficionado a las fórmulas matemáticas como nos lo ha demostrado recientemente en el Parlamento. Pues bien, ahí va la última: menos velocidad igual a más ahorro, quiero decir, más recaudación. «¡Felicidades, genio!; la fórmula es perfecta», le habrá dicho su jefe, el señor Rodríguez Zapatero. La justificación oficial de esta magnífica fórmula todos la conocemos: San Alfredo, ángel de la guarda y protector de los ciudadanos, visible y profundamente preocupado por nuestra delicada situación económica, acuciada por la subida de los carburantes, quiere que ahorremos dinero y para ello nos rebaja «provisionalmente» (siempre por nuestro bien, por supuesto) el límite de velocidad en autovías y autopistas de 120 a 110 km/h a partir del próximo 7 de marzo. Esta brillante idea se refleja en otra fórmula algo más compleja, pero muy fácilmente comprensible para todos: menos velocidad por más multas igual a más recaudación (para el Estado) igual a menos ahorro (para el ciudadano). Concretamente se prevé un aumento del 30% de multas, que a una media de 100 euritos por multa supone un montante de 21 millones de euros más para el Estado. Bien es verdad que no tendremos que preocuparnos de esta fórmula si respetamos el límite de 110 km/h; otra cosa muy distinta es que consigamos ahorrar, porque, aunque una vez más nos quieran colar el gol, cualquier persona que tenga unas mínimas nociones de conducción sabe perfectamente, y el señor Rubalcaba también, que menos velocidad no implica necesariamente menos consumo y por tanto más ahorro, pues el consumo depende también de otros muchos factores como, por ejemplo, la potencia del vehículo, el régimen de revoluciones del motor, etcétera. La medida tiene evidentemente su coste: 250.000 euros en pegatinas, pero no hay que preocuparse porque en dos días los radares de la DGT lo amortizarán. Y ¡ojo!, porque el señor Trevín, a la sazón delegado del Gobierno en Asturias, el pasado sábado dijo que a la luz de los resultados (recaudatorios) –que serán buenos– en dos o tres años se podrá decidir si la medida debe mantenerse o revisarse, lo que quiere decir que muy posiblemente dejará de ser provisional y se convertirá en definitiva porque los ciudadanos hemos aprendido mucho en estos últimos años y ya sabemos leer entre líneas.
A estas alturas ya nos vamos conociendo y no hace falta ser muy inteligente para saber que esta medida de contingencia, si es que se puede llamar así, tiene, como otras muchas, una clara finalidad recaudatoria pues parece ser que, en palabras de su promotor, no va a afectar al permiso por puntos sino sólo a las carteras que, por cierto, cada vez tienen menos dinero. Es evidente, además, que a esta ocurrencia mañanera han contribuido dos circunstancias especialmente nefastas y desfavorables para los ciudadanos, pero muy oportunas para los genios del Gobierno: la grave crisis económica de España que, por cierto, no tiene visos de mejorar, y la grave crisis política del Magreb, especialmente de Libia, que ha encarecido el precio del crudo. En este caso no estamos hablando, como objetivo prioritario, de reducir los accidentes de tráfico que desgraciadamente se han cobrado y se siguen cobrando muchas vidas –desde aquí mi respeto y solidaridad con las víctimas de los accidentes de tráfico– algo que hubiera sido perfectamente comprensible, sino de algo muy distinto: la financiación de la política social, o más bien antisocial de este Gobierno, como le han espetado al señor Rodríguez Zapatero más de un grupo político la pasada semana en el Parlamento, pues la hucha está vacía y de algún sitio hay que sacar la pasta para poder cumplir las promesas, porque si realmente de lo que se trata es de ahorrar petróleo, ¿por qué no prohibir el uso de neumáticos de caucho, un derivado del petróleo, e imponer, por ejemplo, el empleo de ruedas de madera, algo por otra parte muy en consonancia con la reducción de la velocidad? Por cierto, otra idea, y esta mucho menos frívola, para ahorrar petróleo y dinero de todos puede ser, por ejemplo, el control riguroso del uso indebido de vehículos oficiales para fines particulares, algo no muy difícil de llevar a cabo, porque como dice el refrán: «un solo grano no hace el granero pero ayuda al compañero».
Juan Carlos Berdasco Valle
Astorga (León)
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