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Lo que nosotros pasamos otros ni se imaginan

4 de Diciembre del 2025 - José Viñas García (Oviedo)

Hay cosas que solo la vida puede enseñar. Hay experiencias que, si no las vives en primera persona, jamás puedes imaginar en su verdadera dimensión.

Puedes escuchar mil veces lo que fue trabajar en la mina picando carbón: posteando, dando pozos, coladeros, contrataques, sobreguías... Pero si no lo has vivido, nunca sabrás lo que significa sentir el peso del esfuerzo, del miedo, del riesgo. Luchar cada día contra el grisú, los derrabes, los desprendimientos, los accidentes... Es imposible transmitir lo que se siente cuando el silencio bajo tierra se vuelve amenaza.

Tampoco se puede entender lo que representaba servir en un cuerpo de élite del Ejército español en tiempos de Franco -la Legión, los guerrilleros (COE)- sin haberlo vivido. Ni lo que significaba desplazarse sin ropa ni calzado adecuados bajo temporales, nieve hasta las rodillas o frío que calaba los huesos. Hoy casi todo lo resuelve un coche. Antes, lloviera o tronara, tenías que cumplir con tu obligación y punto.

O aquel fútbol de Regional que parecía una batalla campal: campos helados, barro hasta los tobillos, golpes en cada choque... y la única ducha, el río, más helado aún. ¿Qué sabe nadie de eso si no lo vivió?

Sin embargo, muchos jóvenes menores de 50 años -sin mala intención, pero con exceso de ligereza- se atreven a juzgar aquellos tiempos desde la comodidad del presente. Y olvidan que todo lo que disfrutan hoy se construyó sobre el esfuerzo, el sudor y el miedo de quienes vinieron antes.

Aclaro: vivir algo no convierte a nadie en dueño de la verdad absoluta. Pero lo vivido otorga un conocimiento que no cabe en los libros.

Este pensamiento surgió hablando con un hijo -como podría haber sido con cualquiera de su generación- sobre los GAL. Ese intento de justificar las indecencias políticas actuales mediante un y tú más con los errores del pasado. Y, en esa comparación, yo reivindico a los socialistas que engrandecieron a este país: Felipe González, Alfonso Guerra, Ibarra, Bofill, Cosculluela, Borbolla, Redondo... casi todos.

Hablar de ETA y los GAL sin haber sentido su sombra es complicado. No se entiende entonces por qué nació aquel Grupo Antiterrorista de Liberación. Incluso parte de la oposición estaba casi de acuerdo. Y no hay que olvidar que Barrionuevo y Vera -condenados por aquel episodio- fueron después indultados por Aznar.

España se despertaba cada mañana con la respiración contenida: tiros en la nuca, coches bomba, explosiones en supermercados, estaciones... Miedo, rabia, dolor, impotencia. La dignidad y la vida pendían de un hilo.

Alguien tenía que hacer algo. Y lo hicieron.

Cometieron errores, sí. La desesperación también puede equivocarse. Pero probablemente fue el único modo de intentar frenar tanta barbarie.

Y ahora asistimos a lo que muchos jamás hubieran imaginado: ver a quienes homenajean a los asesinos sentarse en la mesa del gobierno. Pactar con Bildu es ofender la memoria de Fernando Múgica, Fernando Buesa, Juan María Jáuregui, Ernest Lluch y tantos otros socialistas asesinados por ETA. Es traicionar no solo su muerte, sino el valor con el que defendieron nuestra libertad.

No pretendo sentar cátedra. Solo recordar una verdad sencilla:

Hay cosas sobre las que no se puede opinar con autoridad si no se han sufrido en la piel.

Y por eso te lo digo, hijo: quien no conoce el pasado corre el riesgo de repetir sus errores... o de despreciar a quienes lo sostuvieron con el cuerpo y el alma.

Muy pronto hablaré del juez de menores Emilio Calatayud: más de treinta años escuchando a los jóvenes, juzgándolos, enseñándoles. Y ni aun así nadie le pidió consejo para redactar una ley del Menor. Luego nos sorprende que tantos adolescentes crezcan sin respeto a padres, profesores ni mayores. Antes eran los padres quienes reñían a los hijos; pronto será al revés.

La vida ha cambiado mucho. Pero hay una lección que nunca caduca: no se puede construir el futuro despreciando los sacrificios del pasado.

Un abrazo, hijo.

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