¡Leña al fuego!
Confieso que me produce cierto sonrojo incidir en un tema cuya valoración en términos de gestión es archiconocida por la práctica totalidad de la población leonesa y zamorana, pero a menudo la comunicación es reiterativa y en ciertos casos es bueno que así sea. Me refiero, naturalmente, al incendio que el pasado mes de agosto se originó en la Carballeda y que, tras considerarse extinguido o cuasiextinguido, a los dos días revivió por falta de previsión, de medios de control, o de la debida hidratación del suelo, y en poco más de veinticuatro horas arrasó decenas de miles de hectáreas, causó una serie de víctimas (dos de ellas mortales) y sembró la desolación en cuatro valles (Vidriales, Valdería, Jamuz y Valduerna) forzando el desalojo de varios centenares de personas y dejando a su paso incalculables daños materiales. Por tanto, la valoración de la ciudadanía al calificar de nefasta la gestión de ese incendio no puede ser más acertada y razonable, y así debería ser reconocida por los responsables oficiales de evitar con todos los medios la catástrofe.
Sí, señor Mañueco, nefasta. Ante las voces que reclamaban medios de extinción urgentes, usted replicó que no era problema de medios, sino de los factores climatológicos adversos. Ciertamente, la climatología era totalmente adversa, pero los incendios no esperan precisamente a producirse cuando hay abundante humedad en el ambiente y el viento está en calma, sino todo lo contrario. Parafraseando a la Biblia, "no se hizo el fuego para los bomberos, sino los bomberos para el fuego". Y si hablamos de factores, los dos principales son, en mi opinión, la orografía y la disponibilidad de agua en las inmediaciones. Esos dos factores no podían ser más favorables en el caso del incendio de Molezuelas: fácil movilidad para vehículos pesados y no pesados y agua abundante en los embalses del Tera y en el lago de Sanabria. Pero cuando el fuego rebrotó no encontró la mínima resistencia, campando a sus anchas por un terreno llano, de monte bajo y de rastrojos, sin bosques que lo frenaran. Señor Mañueco, si no era un problema de medios, ¿dónde estaban esos medios? Su declaración es en sí misma una autoinculpación que delata a los responsables de la catástrofe. Ese fuego jamás debió alcanzar el valle fronterizo entre Zamora y León, ya que un mínimo conocimiento del terreno bastaría a los gestores para entender que una vez atravesado ese valle (Valseco), el fuego se cebaría en los pinares de Pobladura cobrando una fuerza de propagación difícil de contener, como así fue. Pero los medios siguieron sin aparecer.
Con el fuego abrasando a gran velocidad esos pinares a la vez que unos cuantos empleos resineros, yo mismo pude ver las operaciones inútiles de un simple helicóptero con su botijo atado al rabo intentando frenar el incendio cuando ya estaba a punto de precipitarse sobre la Valdería. Tenía el agua a menos de medio kilómetro, pero mientras iba y venía, el fuego se reía. Simplemente ridículo.
Apareció también en Pobladura un camión de bomberos con un único ocupante, el conductor naturalmente. Al principio se creyó que sería el alcalde de Castrocontrigo, que habría acudido con su camión "autobombo" a sofocar el incendio. Pero fue un espejismo, al Alcalde no se le ha visto ni antes ni durante ni después, lo que hace suponer que ni los daños físicos ni la pérdida de un número importante de puestos de trabajo parecen importarle demasiado. El camión en cuestión permaneció aparcado en las afueras del pueblo por no poder avanzar al otro lado del río, ya que seguimos sin tener un mal puente para cruzarlo. El medio puente que teníamos hasta hace poco fue destruido incomprensiblemente por la Confederación en una insólita operación: gastar el dinero en derribarlo en lugar de emplearlo en completarlo. Esa es su forma de atención al medio rural.
No quisiera terminar esta carta sin dedicar siquiera una palabra de agradecimiento y felicitación a los bomberos de siempre: los valientes vecinos de la Valdería que, desoyendo la orden de evacuación, se enfrentaron al fuego y lograron salvar a los pueblos de una muerte segura.
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