Pongamos que hablo de Sabina
Me llegan noticias de que desde el ámbito cultural de la progresía han lanzado la idea de proponer la candidatura de Joaquín Sabina al premio "Cervantes". Tal iniciativa, cocinada con mucha prisa y mucho entusiasmo en los fogones de un programa de radio, tiene por vocero al curtido periodista Jon Sistiaga, famoso por andar limando todas las aristas de la realidad. Dijo Sistiaga que el cantautor jienense "es un poeta, es un escritor, es un evocador de emociones". Benjamín Prado, prolífico juntaletras, íntimo del de purísima y oro y que no se pierde una tertulia, se encargaría luego de enriquecer el argumentario, trufándolo de sentimientos y referencias a César Vallejo, a Neruda y a Alberti. Prado acabó proclamando a Sabina como el inventor de la transversalidad y no se sonrojó al afirmar que "si Dylan tiene un Nobel, Joaquín merece el 'Cervantes' al cien por cien". A eso le llamo yo tener pasión por los amigos. Pero... y si al genio de Minnesota le visten de lagarterana, ¿estaríamos obligados a hacer lo propio con el de Úbeda? Existe una pálpito en la izquierda de que a Sabina se le debe algo por sus enfados y han encontrado la manera de darle una satisfacción. Yo creo que todo esto es una memez, uno de esos disparates que salen de la sobremesa española tras los buenos tragos de orujo. Ya pueden llamarme intolerante, sectario y carca, que no estoy dispuesto a comerme más sapos con chaqueta de pana aunque canten "¿Quién me ha robado el mes de abril?". En España se pueden encontrar escritores, poetas y evocadores de emociones hasta debajo de las piedras y con méritos de sobra para auparlos al "Principado de las Letras". A ver quien tiene aquí bemoles para postular a Leonardo Padura, por ejemplo, teniendo a un ministro de Cultura disfrazado de indígena precolombino y a Luis García Montero invitando a reescribir el "Quijote" desde perspectivas ecológicas y de género. Ya cansa ver a la cultura patria penando por el bulevar de los sueños rotos, mangoneada por unos y por otros.
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