Los olímpicos
"Mira, un andarríos".
"No había visto ninguno antes por aquí".
"Es un andarríos chico, un pájaro que no acostumbra a estar por estos lugares".
"Acuérdate de que andarríos lleva tilde".
"¿Y por qué me dices eso?"
"Si vas a escribir sobre él no debes cometer errores".
"¿Errores... pero qué quieres decir?"
"En tu último articulillo al periódico cambiaste la cosa por el rey".
"No te entiendo".
"Usaste en tu texto la expresión latina Res Nullius, pero escribiste Rex Nullius". Voilá: la cosa por el rey".
"Bueno... ¿cuántos lectores puede haber tenido esa carta? Y de ellos... ¿cuántos conocer esa expresión o saber latín?"
"Eso no importa, no es esa la cuestión".
"Y cuál es entonces, según tú, la cuestión".
"La honradez en la información que tiene que presentar un escrito..., la fidelidad a las reglas gramaticales, ya sabes, la parte imaginativa y la lingüística, la idea y la sintaxis: lo interno y lo externo. Los dos son aspectos que obligan al escritor para con quien lo leerá, y ambos deben ser respetados. Si se pretende ser correcto con los lectores y con uno mismo, como escritor".
"Vamos, que si escribo sobre el andarríos es imperdonable que me olvide de la tilde".
"Un escritor olvida en sus textos las tildes, la función del punto y coma, o que los puntos suspensivos son tres, solo tres y siempre tres... y se convierte en un alguien sospechoso de formación deficiente, que no hace bien su trabajo; al menos en parte. Y lo que pensarán muchos de sus lectores será que si la parte externa deja mucho que desear, de la otra no se podrá esperar gran cosa. Así que no seguirán... ¡Hay tanto para leer!".
"Creo que estás siendo un poco clasista. Con tu idea apartas de la capacidad de expresarse a todos los que cometan errores gramaticales".
"Quizá. No sé si alguna vez fuiste soldado...".
"¿Qué importa eso ahora...? Pero venga, dime...".
"En el ejército pasas a serlo tras participar en una ceremonia de juramento a la bandera de tu país. Pero esa "Jura de bandera" puede hacerse únicamente después de un período de adiestramiento".
"Y todo esto, oye, qué tiene que ver con...".
"Durante el tiempo de adiestramiento los suboficiales instructores descubren las cualidades de los futuros soldados. Y como consecuencia de ello algunos pasan a formar parte del grupo de "los olímpicos". Son esos individuos con un incorregible defecto innato de falta de coordinación en su movilidad: desfilan adelantando el pie y la mano del mismo lado, en los ensayos giran la cabeza hacia la tribuna de autoridades fuera de momento, o hacen los giros un buen rato después de los compañeros que obedecieron coordinadamente el mandato del corneta. "Los olímpicos", nada más reputarse como tales, son desterrados al final de la formación para el desfile del importante "día bautismal". El total de la compañía avanza en la parada..., ellos también (cada cual con sus peculiaridades), giros a la izquierda, a la derecha (y aún más peculiaridades). Pero nadie es rechazado. Todos, todos juran la bandera y se hacen soldados".
"Sigo sin captarte...".
"Todos juran, todos se hacen soldados; pero en las gradas de los invitados al acto los asistentes se dan cuenta del porqué van detrás los que van detrás. En el mundo de la literatura, al contrario que en el militar, nadie debiera desfilar si está en ese grupo de "los olímpicos".
"Vale, le pondré tilde al andarríos".
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