¿Quién piensa en el paciente?
Señora directora:
Todo lo que se exige y reivindica en el ámbito sanitario podría ser comprensible si viniera acompañado de resultados. Pero no es así. Las listas de espera se disparan, los pacientes soportan meses de incertidumbre, dolor e incluso riesgos vitales, y el sistema sigue acumulando retrasos sin ofrecer soluciones efectivas.
Las huelgas convocadas en plenas fiestas navideñas -justo cuando la gripe alcanza su mayor incidencia y la presión asistencial está en su punto crítico- agravan aún más una situación ya insostenible. Esta coincidencia transmite la sensación de que los ciudadanos acaban siendo siempre los más perjudicados, pese a que se afirma actuar "por el paciente". Los convierten en rehenes de sus peticiones.
Para eso existen los sindicatos y los mecanismos de negociación: para evitar que un sistema colapsado sufra aún más. La medicina es una profesión profundamente vocacional y no debería reivindicar derechos profesionales poniendo en riesgo a quienes dependen de ella para vivir. Los pacientes son lo primero, son la única razón de ser de un sistema sanitario que cuesta miles de millones y que, sin embargo, no está ofreciendo la respuesta que se espera de él. ¿Por qué antes funcionaba y ahora no?
Si la situación continúa de esta manera, habrá que empezar a exigir responsabilidades serias. La sanidad pública no puede convertirse en un refugio laboral ni en un espacio intocable. Quien trabaja en este ámbito se debe a los enfermos y al compromiso de garantizar una atención segura, digna y eficaz. Quien no comparta esta premisa tiene cientos de otras profesiones en las que no se requiere vocación, y donde tampoco regalan calefacción en invierno ni aire acondicionado en verano.
Los ciudadanos están cansados de ser rehenes de un sistema que falla por arriba, por abajo y por los costados. Es urgente modernizarlo, fortalecerlo y devolverle su función esencial: aliviar el sufrimiento y salvar vidas. Hoy, lamentablemente, está muy lejos de cumplir esa misión.
Atentamente,
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