Prioridad sin fecha
La semana pasada llamé para preguntar por una prueba que me habían pedido "con prioridad". La persona que me atendió fue correcta, incluso amable. El problema es que la respuesta fue la de siempre: "Todavía no hay fecha". Colgué y me quedé exactamente igual que antes, solo que con más preguntas. ¿Cuánto es "normal" esperar? ¿Estoy cerca o me quedan meses? ¿Un año? Nadie te lo dice. Y mientras tanto haces vida como puedes: analgésicos, noches en vela, citas que no puedes confirmar y esa idea fija que aparece a ratos: "¿Y si va a peor y nadie se entera?".
Las listas de espera existen, claro. Lo que desespera es la opacidad. No estamos pidiendo privilegios ni milagros; estamos pidiendo algo básico: saber dónde estamos. Una estimación real por especialidad, una posición aproximada, una fecha orientativa que se actualice. Porque cuando no hay información, además del dolor, crece la ansiedad, la inseguridad y la sensación de estar fuera del sistema aunque estés "dentro".
Cada espera eterna se traduce en bajas laborales, urgencias saturadas, diagnósticos que llegan tarde y gente que aguanta más de la cuenta porque no sabe qué hacer. Con plazos que se alargan, debería existir una vía alternativa dentro del propio sistema cuando se superen límites razonables.
Porque enfermar ya es bastante. Lo que no debería venir incluido es la sensación de que molestas por pedir lo mínimo: una fecha, una respuesta, un poco de certeza.
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