¿Feminista quién?
Que un partido político como el PSOE, que lleva años abanderando la defensa y la igualdad de las mujeres, esté hoy rodeado de denuncias por acoso y abuso hacia ellas deja claro que queda mucho por hacer. Porque esto no es ruido mediático interesado, sino hechos que obligan, como mínimo, a bajar al trastero, revisar qué funciona y qué no, y dejar de guardar lo que hace tiempo debería haberse tirado.
No basta con declararse feminista ni con apropiarse de un discurso si, de puertas adentro, las mujeres ni se sienten escuchadas ni mucho menos protegidas. Lo que está ocurriendo en el PSOE deja claro que esto no va de decir, sino de hacer, incluso en aquellos espacios que se presentan como los más comprometidos con la igualdad.
Lo llamativo es que la denuncia parece que ya no entiende de ideologías, porque hasta en los sectores más conservadores, aunque sea por pura demagogia política, su discurso rancio ya no señala a la víctima, sino al machista. Quizás no sea motivo de celebración, pero sí la señal de haber subido un nivel más en conciencia, de que algo parece estar cambiando: el abuso a la mujer empieza a no dejarse pasar, venga de donde venga.
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