Moral para los demás, indulgencia para los propios
Un Gobierno que armó la que armó por un beso en público, fruto de un momento de euforia. Y si recuerdan lo ocurrido con aquellos jóvenes en la residencia de un colegio mayor, la vara de medir fue exactamente la misma: linchamiento público, condena moral inmediata y relato único. No importaban los hechos, solo el marco ideológico que convenía imponer.
Después de leyes como la del "solo sí es sí" o consignas como "Hermana, yo sí te creo", acompañadas de innumerables campañas institucionales basadas en la consigna de no pasar una, de denunciar a la primera y de creer sin matices, nos encontramos con partidos que ni creen a sus propias compañeras ni denuncian. Al contrario: tapan, ocultan y protegen. Tenían múltiples denuncias internas de compañeras que jamás llevaron ni a la Fiscalía ni a la Policía. Silencio cómplice. Hipocresía en estado puro.
Qué decir de Monedero y de Errejón: dos de los grandes referentes morales y líderes simbólicos de esas campañas. Con ambos se les cayó el telón en plena actuación. Y junto a ellos, consignas vacías como "soy feminista porque soy socialista". Así con todo: un discurso impostado, hueco, construido sobre una superioridad moral ficticia. Una mentira completa.
Es un relato diseñado a medida de la manipulación. Muchos lo veníamos advirtiendo desde hace meses, incluso años: cuando alguien se erige en defensor de las mujeres -o de cualquier otro colectivo- sin que nadie se lo pida, en realidad las está instrumentalizando para sus propios fines. Ya en sí mismo ese gesto encierra un profundo desprecio a la inteligencia de las mujeres, como si necesitaran tutores ideológicos que piensen por ellas.
¿Cómo pueden Irene Montero, Belarra, Pam y otras figuras similares, sin haber demostrado trayectoria profesional sólida ni haber dado un palo al agua fuera del aparato político, dar lecciones de vida, de libertades y de derechos a mujeres con personalidad, criterio propio y décadas de trabajo a sus espaldas, que jamás han necesitado de nadie para abrirse camino? Es tan ridículo que roza lo infantil. Las tratan como menores de edad, las infantilizan y desprecian su capacidad de pensamiento autónomo.
Y lo mismo ocurre en el extremo opuesto del relato: para construir mujeres-víctima necesitan fabricar un enemigo común. Señalarlo, deshumanizarlo y convertirlo en un colectivo peligroso por definición. Simplificación burda. Manipulación emocional. Mientras tanto, los hombres, en silencio, culpables por defecto. Y quien discrepa, señalado.
Hoy vivimos una censura extrema que no vimos en toda nuestra democracia, ni siquiera en los últimos años del franquismo. Una censura más sofisticada, más peligrosa: la censura moral, social y mediática. Ya se han impuesto protocolos en medios de comunicación y en la vida cotidiana para determinar qué palabras pueden usarse y cuáles no, según directrices ideológicas cambiantes. Se pretende mutilar nuestro lenguaje, nuestra rica prosa, como si las palabras fueran el problema. El lenguaje no hace daño; el daño está en los hechos.
El ejemplo más evidente es la hipocresía de este feminismo institucional: una guía moral estricta para todas, excepto para ellas mismas. Reglas para el ciudadano común, indulgencia para el militante afín. Justicia selectiva. Moral a conveniencia.
Sé que incluso esta reflexión probablemente no verá la luz, como tantas otras. Y no porque contenga insultos -porque no los hay- sino porque plantea preguntas incómodas. Cuestionar el dogma hoy es el mayor pecado. Pensar por cuenta propia se ha convertido en un acto de rebeldía.
Quien no tiene criterio propio -a mí no me da directrices nadie- está condenado a ser esclavo de opiniones ajenas: de hijos, hermanos, pareja, partido, ideología o religión. La libertad nadie la regala: hay que ganársela cada día. Y quien intenta censurarte, quien decide por ti qué puedes decir o pensar, está invadiendo tu espacio personal y tu dignidad como individuo.
Sean ecuánimes. No cercenen nuestro lenguaje ni coarten la libertad de expresión por directrices impuestas, y menos aún desde un medio periodístico, cuya razón de ser debería ser precisamente la pluralidad y el pensamiento crítico.
Últimamente ya vemos cómo cadenas y medios que durante años sostuvieron este relato empiezan a caerse del guindo. Algo se mueve. Y eso me hace pensar que quizá en primavera haya elecciones. Y, con suerte, también memoria.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

