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Los límites de velocidad: situación esquizofrénica

8 de Marzo del 2011 - Alfredo J. Quintana García (Lugones)

Recientemente la dirección de LA NUEVA ESPAÑA tuvo la amabilidad de publicarme una carta en esta sección de «Cartas al director». Contenía opiniones sobre algunos aspectos en relación al asunto del ahorro energético que se quiere conseguir con la medida de reducir la velocidad en autopistas de 120 a 110 km/h, asunto a día de hoy presente en todos los medios de comunicación, conversaciones de bar, etcétera. Pero creo que en relación con el tema más general del gasto energético y la velocidad de circulación de los automóviles hay otro asunto, además de el de la velocidad en autopistas, y del que nadie habla y quisiera también traerlo a la discusión. Y es el de la incidencia sobre dicho gasto energético del cambio de los límites de velocidad en ciudad para la circulación de vehículos, desde los 50 km/h a los 30 km/h.

Como comentaba en mi carta anterior, la industria del automóvil es, a día de hoy, un sector lo suficientemente antiguo y maduro como para tener desarrollados por todo el mundo, desde hace ya muchos años, una serie muy completa de mecanismos (sociedades de ingeniería, etcétera) y estudios sobre múltiples datos relativos a los vehículos. Entre otros datos, uno de mucho interés y muy bien estudiado continuamente, muy bien conocido, y publicado en forma de tablas, gráficos, etcétera, a disposición de todo el mundo, es el del gasto de combustible de cada modelo de vehículo que se fabrica, por cada kilómetro que recorre ese vehículo en llano, en función de la velocidad, cuando ese vehículo se conduce adecuadamente, es decir cuando a cada velocidad se lleva a la marcha engranada más eficiente para esa velocidad, que es como podemos suponer que conducen al menos el 99% de los conductores. Los resultados finales obtenidos en estas pruebas, realizadas en circuitos con los respectivos vehículos circulando y midiendo su consumo, muestran lógicamente valores de consumos diferentes para cada vehículo, pero que presentan, sin embargo, un aspecto en común para todos ellos: las gráficas de consumo en función de la velocidad que muestran todos los vehículos, en general, presentan un aspecto de V o de U: entre los 0 y los 90 km/h, el consumo va disminuyendo al aumentar la velocidad, llegando a un consumo mínimo por kilómetro recorrido a los 90 km/h aproximadamente, y a partir de ahí, el consumo por kilómetro recorrido aumenta con la velocidad. Las razones técnicas que explican esto son muy lógicas y sencillas de entender, pero serían prolijas de explicar para que las entendiera todo el mundo sin liarse, y escapan al objetivo de esta carta. En todo caso, eso son los hechos.

En el marco de esos hechos, y en el marco de la grave situación de la economía española y la grave sangría de divisas que supone la factura del petróleo, según nos dicen, se entiende entonces la medida del Gobierno de rebajar de 120 a 110 km/h la velocidad límite en autopistas, para ahorrar gasto de combustible. Pero no se entiende entonces la medida contraproducente que se está poniendo de moda por parte de cada vez más ayuntamientos de bajar la velocidad de circulación en las ciudades desde los 50 a los 30 km/h, en la zona de la gráfica de consumo por kilómetro en la que este consumo aumenta si disminuimos la velocidad, siendo por ello para todos los vehículos en general el consumo por recorrido apreciablemente mayor a 30 km/h que a 50 km/h.

Señores políticos de todas las formaciones y administraciones: por favor, pónganse de acuerdo de qué medidas son prioritarias en este momento y por qué si ahorrar combustible como cuestión de supervivencia, o despilfarrarlo que no importa para favorecer otros motivos. Porque, como ciudadano, estoy dispuesto a apoyar, con sacrificio incluido de mi estilo de vida, cualquier medida coherente que se me razone por parte de no me importa qué formación política, que es necesaria para el bien de mi país en estos momentos, siempre y cuando no se me aplique simultáneamente una medida de efectos contrarios sin más justificación, mostrando que a las diferentes formaciones políticas, en una actitud esquizofrénica y que nos lleva a la esquizofrenia a los ciudadanos, lo mismo les importa mucho que no les importa nada la situación del país.

Porque el otro día publicaba LA NUEVA ESPAÑA el dato de que en Oviedo circulaban alrededor de casi 300.000 vehículos diarios (más de la mitad de fuera de la ciudad). Y todo ello en relación con, yo le calculo en función de lo que observo por las calles, un tráfico de alrededor de 20 bicicletas diarias. Para Gijón y Avilés, supongo que similar. Y para favorecer a 20 recorridos (o cuarenta) en bicicleta ponemos a 300.000 recorridos en automóvil a gastar mucho más combustible diariamente (factura de petróleo, divisas, catástrofe en la economía nacional), contaminar por ello mucho más la ciudad y hacer perder a sus viajeros (conductores y acompañantes), a la sociedad en conjunto, cientos de miles de horas diarias innecesariamente. Y todo ello por favorecer algo que además hasta ahora la inmensa mayoría de la ciudadanía no había percibido como necesario.

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