Soberanía secuestrada
Sánchez resistirá hasta el último aliento. Eso dice.
Cuando un dirigente necesita apoyarse en la corrupción ajena para ocultar la propia, la situación ha entrado en fase terminal. Es ahí cuando estamos realmente jodidos: el autócrata no llega de fuera, gobierna desde dentro.
Conviene no olvidarlo: no ganó ninguna de las elecciones a las que se presentó. una tras otra fue perdiendo concejales, alcaldes, presidentes autonómicos, diputados y eurodiputados. Pero nada de eso le importa. Su único objetivo ha sido mantenerse en el poder, aunque para ello haya tenido que comprar el respaldo de aquellos a los que prometió no acudir jamás.
Es alguien a quien todo le da igual. Miente sin rubor, manipula sin escrúpulos y reparte prebendas con descaro.
Si prometer una cosa en campaña para conseguir votos y hacer justo lo contrario al día siguiente no es propio de un sinvergüenza, entonces el concepto ha perdido todo significado.
Tiene miedo a las urnas. Y cuando llegue el momento, habrá que vigilar con atención: sin cortinas, sin atajos, sin trampas. Tiene miedo porque no cree en la democracia. Dice que no adelanta elecciones para evitar que gane la derecha. Qué cinismo. Precisamente la democracia consiste en la soberanía del pueblo y en su libertad para elegir a quien quiera, no en que un gobernante se arrogue el derecho de "salvar" a los ciudadanos de sus propias decisiones.
Su comportamiento es tan abiertamente autócrata que no resulta exagerado verlo como un posible Maduro europeo.
Señor Pedro Sánchez: sí, usted llegó al poder mediante una moción de censura contra la corrupción del PP. Incluso Ábalos la defendió desde el estrado. La paradoja resulta hoy insoportable. Si, pese a todo lo que le rodea -a usted, a su Gobierno y a sus socios, cómplices necesarios y bien recompensados-, se niega a convocar elecciones, queda claro que nada fue casual. Todo estaba perfectamente calculado desde aquel ya mítico Peugeot.
La pregunta es simple y definitiva: ¿democracia o autocracia?
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