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Sociedad emprendedora

13 de Marzo del 2011 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Nos dicen que Asturias sufre déficit de emprendedores, y es así; pero a la vez nos sobran muchos que se dicen emprendedores. Uno mira lo que ocurre en Libia y lo que ve es a miles de emprendedores en busca de libertad para construir una Libia mejor, librándose de un patrono que lo único que hacía era enriquecerse olvidándose de ser emprendedor. Así que no puedo estar más de acuerdo con aquellos que opinan que se necesitan emprendedores en Asturias.

Sobra tanto liberalismo y falta más ética liberal. Ser emprendedor no significa aceptar como fin la riqueza, sino como medio para poder hacer; ser emprendedor significa liderar un equipo de personas con el fin de ofrecer un producto, realmente necesario, que requiera de un menor esfuerzo económico a la sociedad para adquirirlo, y, como premio, el éxito para poder disponer de más medios para hacer aquello que más los satisface y en lo que son más competitivos. ¿Verdad que este sistema no es el que está funcionando? Pues metamos en la cárcel al sistema por corrupto y falso, y por robarnos la vida y el progreso. ¿Cómo ha podido pasar esto? Pues porque llegamos a un punto donde un empresario (supongamos una tienda de ropa) despide a sus empleados, que ya llevaban años con él, para contratar a otros por un sueldo mucho menor dada la demanda por la crisis, generando así más crisis al reducirse el poder adquisitivo de la sociedad: sus clientes. Y ¿por qué ocurre esto? Pues porque el empresario debe ser competitivo y bajar los precios, pero sin reducir sus ingresos personales, o, incluso, aumentándolos aprovechando la coyuntura. También ocurre esto porque los sindicatos están desenfocados: creen que es el Estado el que debe financiarles por hacer la función de proteger a los trabajadores de los empresarios (ambos ciudadanos). Pues bien, vuestro sistema de subvencionados no funciona. Nunca la clase trabajadora estuvo tan falta de seguridad y confianza, y nunca las empresas fueron tan poco competitivas. El Estado debe proteger al ciudadano trabajador en cosas fundamentales como: libertad, seguridad, salud, educación, formación permanente... Cuestiones sin las cuales una sociedad no puede ser competitiva ni libre. El despido legalmente podría ser libre, pero también la sociedad debe saber defenderse de los explotadores. Y si el mencionado empresario despide a sus empleadas para meter a otras: que los sindicatos se pongan libremente, también, delante de la tienda explicando lo que ha hecho el mencionado emprendedor y, claro está, la respuesta de una sociedad segura y confiada de su fuerza sindical (no la vocinglera y revolucionaria que sólo pide más al Estado) sería la de no comprar en la tienda. Miren ustedes: en Suiza nadie tira un papel de caramelo al suelo, no porque no haya barrenderos, sino porque a nadie se le ocurre tirar un papel del caramelo al suelo y mucho menos un pegajoso y asqueroso chicle y, si alguien lo hace, el primero que pasa lo pone en su sitio. Pero ya ven... Tenemos los sindicatos y emprendedores que merecemos. Aquí no es que se tire un papel de caramelo al suelo, aquí se arroja a personas a la calle, desempleadas y sin ningún miramiento. Y no es cuestión de poner carteles en todas las esquinas diciendo: «Prohibido arrojar personas a la calle sin empleo». Es cuestión de no consentir que se hagan ciertas cosas sin coste social alguno.

Vivimos en una democracia que no es tal. Hemos corrompido la función del Estado. El Estado no está para financiar y dar seguridad a instituciones privadas, sindicatos, empresas, fundaciones, ONGs, empresas públicas de servicios sin control parlamentario y con descontrolados balances, variopintas agrupaciones que disfrazadas con mascaras demagógicas buscan espurios intereses partidistas. El Estado sólo debe dar servicio al ciudadano que tiene nombre y apellidos. Y cuando lo haga, lo hará por medio de funcionarios o con personal fijo de la Administración; nada de centros colaboradores o empresas que obvian la homologación de sus trabajadores con los de la Administración. La única igualdad de la que se olvida siempre el Ministerio de la Igualdad de Oportunidades es de ésa: todos somos desiguales y, por ello, estos desiguales debemos tener las mismas oportunidades, o al menos las básicas. Pero no es eso lo que se pretende, sino que, olvidando lo obvio del interés general, defienden únicamente su propio interés. Por tanto señores, va siendo hora de pensar en modelos de renta básica universal o de ingreso ciudadano para dar libertad de elección al ciudadano; así, si hay algo especial que necesite y a lo que tenga derecho, se le beca o subvenciona a él y de forma incondicional: que quiere que su hijo vaya a un colegio privado, lo paga con su renta básica universal, que no, el Estado le proporcionará un centro público con sus funcionarios.

Recientemente Federico Mayor Zaragoza estuvo dando una conferencia en la Universidad de Oviedo: «Hay que inventar un futuro distinto, un sistema distinto... Para conseguir este objetivo es necesario superar los límites de lo posible».

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