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Las fresas de la vida

10 de Marzo del 2011 - Celso Peyroux (Oviedo)

A Victoria Kent y Clara Campoamor. A mi abuela Salomé, mi madre Angelina,

mi hija Bárbara y a todas cuantas mujeres sois en el mundo.

Tú eres mujer un fanal

Transparente de hermosura

¡Ay de ti si por tu mal

rompe el hombre en su locura

tu misterioso cristal

J. Espronceda

Qué bien se lo pasaron, ellas, como todos los años por estos días –la fiesta de Les Comadres– en su fresal y en el bello pueblo donde habitan. Hubo de todo en diferentes talleres; que no sólo tiene que haber galerías de costura, como en la época de las modistillas: risas y carcajadas de oreja a oreja; relajación del músculo y el espíritu, canciones populares, diatribas contra algunos ántropos masculinos y hasta un «tuppersex».

¡Vaya! ¡Vaya! Lo cierto es que una hermosa mata de fresas –del color del sol cuando atardece la tarde y aromas en los labios– lo pasaron de ambrosía disfrutando de una bella jornada donde no faltaron las tarjetas rojas contra los hombres violentos que agreden a nuestras fresas.

Esposa, amante, novia, compañera te doy que no una esclava.

Siempre defendí la condición femenina y lo seguiré haciendo.

«Tú eres mujer carne de mi carne», cuenta la Biblia en un bello pasaje, en el que Adán mesaba con dulzura los cabellos a nuestra madre primigenia. Y milenios más tarde cuando la luz del mundo ya era una amanecida consolidada, ella coqueta y melosa, la mujer –compañera indispensable del hombre– susurró al oído de su amado-amante, en las profundidades de la cueva de Tito Bustillo, lo que pudo haber sido el origen fraterno y la misma senda del verso y la pintura:

Píntame, amante mío una yegua

con sus crines al viento.

Salomón en el Cantar de los Cantares, mientras acariciaba la piel de la reina de Saba tendida en una cama le decía:

... He aquí que eres hermosa.

Tus ojos son como palomas

detrás de tu velo...

Subtítulo: En defensa de la condición femenina con la poesía como inspiración

Destacado: La mayor parte de las cumbres montañeras del mundo llevan un nombre femenino; y también lo hacen: alma, sangre, leche, boca, miel, agua, estrella, paloma

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Tus pechos son como dos gacelas...

Cristo a la samaritana ante el pozo de Jacob en el soliloquio sensual de una mujer y un hombre frente a frente:

Te daría a beber el agua de la vida

Las rimas de Bécquer os pertenecen a vosotras, mujeres del mundo:

¿Qué es poesía? Dices mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul.

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía... eres tú.

Y así miles de versos fueron escritos a la mujer –compañera del hombre que no sierva–, se escriben hoy y se escribirán mañana porque vosotras, mujeres, sois la base del verso universal. Como la poesía, la verdad de la vida:

Mientras sentirse puedan en un beso

dos almas confundidas;

mientras exista una mujer hermosa

¡habrá poesía!

La mujer. Siempre la mujer como elemento indiscutible de la existencia.

A buen entendedor: maridos, amantes, novios, compañeros de nuestras queridas fresas, con estas palabras sobran.

En estos días de Carnaval, entre las máscaras, muchos hombres se disfrazan de mujeres; por algo será. La mayor parte de las cumbres montañeras del mundo llevan un nombre femenino. Y también lo hacen: alma, sangre, leche, boca, miel, agua, estrella, paloma…

Un beso antes que un grito; un abrazo mejor que un empujón. Una caricia en vez de una bofetada; un requiebro al oído, más bello que un gruñido.

Te amo, luego existo.

PS. Cuando estos renglones escribo para festejar vuestro día, una alondra se posa en el alfeizar de mi ventana y, con lágrimas en los ojos, me dice que otra fresa acaba de ser asesinada por un verdugo.

¡Que el cielo lo confunda y se convierta en un fantasma errante el resto de su vida dejándose el alma hecha jirones en las zarzamoras del camino!

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