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El veneno de Las Campas

16 de Marzo del 2011 - José Luis Rodríguez Álvarez-Busto (Oviedo)

No puedo cuando menos manifestar mi indignación por los hechos que cada vez con más asiduidad ocurren en la zona de Las Campas y, aunque con menos cadencia, también en la nueva losa (plaza de Ángel González). Y también se anuncia la presencia de veneno (en este caso sosa cáustica) en los parques de Pumarín, lugar por el que transitan y juegan niños y animales.

Cada vez con más frecuencia aparecen perros envenenados de la forma más cruel con resultados realmente graves, incluso con el desenlace de una muerte indigna.

Soy propietario de dos perros y amante de estos animales. Comprendo que no todas las personas opinen del mismo modo y respeto su postura. No obstante, no es justificable en modo alguno un hecho de este tipo, máxime cuando cada vez estos sucesos ocurren con más asiduidad. Solamente una mente perturbada y cruel es capaz de llevar a cabo semejante infamia. Los cebos, preparados concienzudamente, contienen matarratas, cuando no alfileres camufladas en un trozo de carne o queso que el perro ingiere con total confianza. Los resultados son inminentes, con gravísimas patologías, cuando no con consecuencias letales: una muerte cruel, que ningún animal vivo se merece.

Estas «personas» no deben salir indemnes de estos actos vandálicos. Ruego, pues, a la autoridad que competa disponga los medios al objeto de poner fin a estas actuaciones contra animales que llenan nuestras vidas con su cariño e inquebrantable lealtad.

Soy conocedor de personas que nunca hubieran convivido con uno de estos animales hasta que por un motivo u otro un buen día se encontraron con un cachorrito en casa. Afirmo sin temor a equivocarme que el 99 por ciento de ellos no podría vivir ahora sin su mascota. Un perro es un amigo más fiel que muchos seres humanos. Acompañan de forma inestimable a las personas que viven solas, ancianos, son abnegados lazarillos de las personas ciegas, sordas, cuidan nuestras casas, participan de forma activa en conflictos humanos dejando sus vidas en las guerras (aún hoy en día se utilizan como víctimas inocentes transportando explosivos), cuidan de nuestro ganado, extraordinarios policías, son los mejores olfateadores del reino animal, participando en el rescate de personas desaparecidas bajo cualquier situación y en las peores circunstancias, maravillosos detectores de drogas, eficaces «fármacos» antidepresivos. Acariciar un perro disminuye el estrés y reduce la presión arterial. Está demostrado científicamente que persona infartadas que conviven con un perro se recuperan mucho mejor de su dolencia que aquellas que no lo hacen.

Algunos son tratados por sus dueños de forma brutal, pero el perro es tan dócil que en su interior no ha lugar para el rencor y adora a su dueño por despectivo que éste sea. Desde hace más de 12.000 años hemos utilizado al perro en nuestro propio beneficio. Ha sido un extraordinario guardián de nuestras cuevas, chozas y ganado. Ha sabido acercarse a nosotros y en tiempos difíciles hasta nos ha servido de alimento. Estamos en deuda con este extraordinario animal, sin duda mucho menos «animal» que algunos seres humanos. Hoy forma con nosotros una simbiosis perfecta de la que nadie duda. No en vano, compartimos 650 millones de pares de base de ADN, siendo el primer animal domesticado por el hombre.

Animo a que todos los propietarios recojan los excrementos de sus perros. No es su culpa sino nuestra cuando no lo hacemos, siendo el perro el que carga con nuestra negligencia. Es lamentable ver en el estado que se encuentran muchas aceras y algunos parques. ¡Totalmente de acuerdo! Obligación ineludible de todo dueño es recoger los excrementos de sus mascotas y rogaría que se impusieran fuertes sanciones a quien no cumpla con tan básica norma de convivencia.

Mírese como se mire, este noble animal no merece el maltrato de una actuación tan deleznable de la que está siendo objeto, ni aún menos de sufrir una muerte tan indigna. Es mi carácter el de una persona afable y tolerante. Ruego, pues, se lleven a cabo las actuaciones oportunas, antes de que ocurra cualquier grave acontecimiento, ya que estas inmediaciones (tal y como se ha mencionado con anterioridad) son frecuentadas por niños y perros, lo que pudiera dar lugar a una situación aún más grave, tal vez con daños irreparables.

Las infracciones por maltrato animal grave (como es el caso que nos ocupa) pueden alcanzar en Asturias una sanción de hasta 90.151 euros, según rige la ley autonómica. (El Mundo del Perro), n.º 372.

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