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Una década ya sin la mili

15 de Marzo del 2011 - Ricardo Luis Arias (Aller)

La supresión del servicio militar obligatorio era una baza a jugar, electoralmente, tanto por las izquierdas como por las derechas, y Aznar se la jugó, sorprendentemente, en 2001 (decreto del 9 de marzo), acabando así con 200 años de mili. ¿Fue acertada su supresión? Aunque alguien nos pueda criticar o censurar por ello –todas las opiniones son respetadas y respetables sobre el particular–, diremos que no. Porque la mili era necesaria para imprimir y exaltar los valores patrios, tan postergados y hasta eliminados hoy; formar al individuo en la disciplina y obediencia, fomentar la camaradería, la amistad y el compañerismo, como así el espíritu de lealtad y sacrificio. En una palabra, hacer del hombre un soldado y del soldado un hombre.

Si la mili pudo ser larga y dura en otros tiempos, últimamente era cómoda, corta y hasta beneficiosa, pues en ella, además de la vida militar, se programaban cursos de formación profesional para la vida civil. Y los ejércitos, tanto de Tierra como de Mar y Aire, eran mucho más numerosos que los de hoy, de cuya profesionalidad nadie duda, pero nos parecen muy reducidos si, como nos dice un militar amigo, el número de soldados no llega a los 90.000 y el relativo a oficiales y suboficiales es de unos 45.000. Con un Ejército tan reducido, ¿se puede hacer frente a una amenaza exterior? Y uno está pensando ahora en lo que pueda suceder al otro lado del Estrecho, un polvorín hoy en torno a nuestras plazas de soberanía de Ceuta y Melilla.

Diez años se cumplen ahora de la supresión del servicio militar obligatorio. Y la ministra Chacón lo celebra por todo lo alto, cuando fue una baza electoral negativa de Aznar, que luego nos llevaría a la guerra de Irak.

Diremos finalmente que uno en la mili las pasó canutas con un tirano coronel, presumido y engolado, don Óscar Nevado de Bouzas, y su lacayo el indeseable sargento Vilela, en el Regimiento de Infantería Zamora número 29, con una guerra como telón de fondo y una adolescencia destrozada. Pero, a pesar de todo, de ser un niño caprichoso y mimado, el Ejército cambió mi vida por completo y hoy agradezco cuanto en él sufrí y aprendí. Que fue mucho, y de mucho me ha valido después en mi larga andadura humana.

Ricardo Luis Arias

Aller

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