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Justicia conmutativa, justicia distributiva y libre mercado

4 de Abril del 2011 - Juan Antonio Sáenz de Rodrigáñez Maldonado (Luarca)

De los animales del Edén, el hombre es el único que le acontece estar perdido, desorientado. Guía sus acciones según entiende que debe conducirse. La razón natural, con dificultad para alcanzar evidencias, lleva al hombre a concebir ideas que son erróneas; algunas le animan a perseguir, encarcelar, torturar y matar. Todavía hoy, en nuestro país, los hijos del la clase obrera, gente sencilla y trabajadora, miembros del pueblo llano, con sensibilidad social, adeptos al ideario de la lucha de clases, y acaudillados por el chamán nacionalista, siguen segando las vidas de nuestros compatriotas; en razón de una idea deformada del ser del hombre, los demócratas asambleístas, en debate parlamentario, niegan la dignidad y el derecho a la vida al feto humano y, en cambio, le reconocen la dignidad y derechos al mono; el populismo democrático, en nuestra España de final del siglo XX, en sesión parlamentaria, lleva a cabo el asesinato de Montesquieu, clausurando así el régimen de libertades refrendado por los españoles en 1978. De ahí la necesidad de la crítica sistemática de las ideas y, por qué no, del rechazo abierto respecto a posiciones totalitarias.

Esta justa dialéctica es la que tiene lugar en el Congreso Constituyente de Foro Asturias, del día 5 de marzo de 2011 (Pruvia, Asturias), con ocasión de la enmienda al artículo 23 de los estatutos (Democracia interna y procedimiento electoral). En liza está el principio de la igualdad de todos los hombres ante la ley, fundamento del Estado de derecho, y de cuya interpretación depende el respeto o no de la libertad del individuo. Don Gonzalo Botas y doña María Jesús defienden la libertad, el segundo de los fundamentos de la civilización occidental (Gn. 2, 9), libertad que lo es sólo cuando el individuo puede conducirse en la vida, sin más restricción que la libertad de otro individuo; el otro frente, ocupando la tribuna de las enmiendas y a la sombra de la justicia conmutativa, defiende un recorte de la libertad individual. Mas, cuando los fundamentos se desconocen, cuando los principios no están claros, se da el hecho sorprendente de que un número elevado de los asistentes vota sí a la enmienda, para, acto seguido, votar no, en las dos siguientes ocasiones, en las que vuelve a ser defendida dicha enmienda por otros dos oradores.

Es en el pueblo de Israel donde tiene lugar el despertar de la conciencia monoteísta. Esta conciencia de Yahvé Dios es la que ha animado la historia del mundo occidental y sólo desde ella se hace comprensible el humanismo cristiano, la cuestión de Valladolid y, finalmente, la Declaración de los Derechos del Hombre. Siguiendo el relato del Antiguo Testamento, el despertar al monoteísmo tiene lugar en el pueblo setista o descendiente de Set, tercer hijo de Adán y Eva. Hijo de Set es Enós, al que se refiere la Sagrada Escritura (Gn. 4, 26). Esta conciencia lo es de la igualdad de todos los hombres ante la ley, en cuanto todos somos criaturas del Hacedor, y a quienes Yahvé impone, desde su absoluta soberanía moral, la ley y sus diez preceptos. Lo destacable es el hecho de que en ninguno de los diez preceptos de la ley se alude a la justicia conmutativa, ni distributiva. Comienza el relato decretando que cada uno posea lo que con su esfuerzo obtenga (Gn. 3, 19) y, acto seguido, reconoce la propiedad privada como derecho inviolable (Ex. 20, 15 y 17). Lo mismo cabe decir del Nuevo Testamento, donde no hay ninguna referencia a la justicia conmutativa, si bien algunos, entre ellos clérigos descarriados, creen ver en Jesucristo el predecesor del Che Guevara.

En la tribuna de las enmiendas, algún orador arguye en la línea de la justicia distributiva. Este criterio es de difícil aplicación: valorar los méritos es juzgar intenciones; sólo Dios conoce lo que a cada uno le mueve en su conciencia.

Afortunadamente, vivimos en el mundo del libre mercado. Aquí, cada uno, en el ejercicio de su libertad, alcanza logros personales, sociales y materiales, que le hace desigual a los otros, libertad y conquistas que nos sería negada en un orden inspirado en el ideal de que todos los hombres deben ser tratados igualmente. La limitación del tiempo a la acción individual, como criterio para ocupar cargos de responsabilidad, parte de la presunción falsa de la igualdad de hecho de todos los hombres y, consiguientemente, conlleva la negación de la libertad y de la valía individual. Los beneficiarios del libre mercado lo son en la medida que sus acciones buscan la máxima utilidad y el valor del resultado.

Desde estas consideraciones, entiendo que doña María José señale el daño irreparable, al que se llegaría, si a alguien, cuya valía individual ha demostrado y de cuyo valor del resultado todos somos beneficiarios, se le niega seguir realizando su gestión, en aras de la igualdad de hecho de todos los afiliados.

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