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Glosas del parapeto o tres tristes trajes

18 de Marzo del 2011 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Ayer no más (15.03.11), oficiaba monseñor Gabilondo en un abarrotado Club Prensa Asturiana. Acudieron más fieles que a la catedral por san Mateo. El tema iba de deontología de la información y el maestro de periodistas predicó con arrebato una ética de trinchera, literalmente de parapeto, para los tiempos azarosos y de puñaladas traperas que vivimos. El periodista tiene que trabajar para la gente, no para Polanco o la COPE. Dios mío, qué solos se quedan los muertos (Supongo que Dios se puede seguir escribiendo con mayúscula, por lo menos después de punto). O a buenas horas mangas verdes, podría ser otra glosa.

-El periodista no puede legislar, gobernar, juzgar y, como he llegado a ver, incluso condenar, fusilar, enterrar y celebrar los funerales en una misma información. E incluso darle una jubilación al muerto, podías llegar a ver si te fijaras más, Gabi, y no fueras tan bueno. Lo que puede hacer el periodista (la ética de combate es eminentemente positiva) es afeitar con mano izquierda, mirando recatadamente de soslayo, los bajos islamistas y luego cubrir lo rasurado, por mor de la decencia, con varios estratos de gayumbos. Después de esa inocente intervención de esthéticienne, ya puede salir el cirujano jefe, con guantes y hasta con mascarilla, para proclamar hipocráticamente que España no se merece un gobierno que le mienta. Sobrada razón tenía en el 2004; entonces ese gobierno no lo merecíamos ni de congruo ni de condigno. Pero para 2008 ya nos lo habíamos ganado a pulso. Y en eso estamos.

-SORTU quiere la vía democrática / Uno puede equivocarse mucho. Es más, muchísimo; y además cada 4 años. Pero sarna con gusto no pica. El caso es ser bueno; sobre todo cuando pagan los demás.

-Mi padre tenía una carnicería. Y mi madre un correyverás; pero de los Gabilondos, el ministro llegó a catedrático de metafísica y el periodista a metafísico de ética.

-El periodista ilustró este debate con el caso de los trajes de Camps, apunta el cronista. Muy bien traídos los trajes, dejado en pelotas, por decencia, a los militantes del PP (que alguno habría emboscado entre el público). Mucho más ilustrativo el caso Camps que la chepa de Chaves, que por el otero asoma con una volumetría de diez millones cúbicos. O que los EREs que se yerguen bajo el ciego sol de Andalucía, como las pirámides en el Valle de los Faraones (no me las vayan a poner ahora en otro sitio). Cada vez que miro como miran, digo, miren Cosa de ver que tanto mire y no mire, sin embargo, para el Sur. Será por ética o por civilidad; desde luego, por decencia. O tal vez por parapeto (que ya no está monseñor en edad de columpiarse en parapente, y proceder con precaución es más prudente).

-Una persona decente no hace eso. Eso es lo de Camps. Una persona decente no se pringa por tres tristes trajes. Una persona decente hace lo de Chaves. Qué padre decente no le firmaría a su Paulita un cheque con diez millones si se lo dejan ya cubierto encima de la mesa. O como El Director General de Trabajo que obsequia a su suegra con una pensión de diseño el Dia de la madre. O el Director General de Empleo (a no confundir con el de Trabajo), que prejubila a sus cuñados el día de los compadres. O el director de no sé qué que se jubiló desde el día que nació; y no se jubiló antes porque esta gente de izquierdas, salvo honrosas excepciones, piensa en dejar algo para los demás. Lo decente en estos casos -¿Verdad, Gabi?- es presumir de inocencia y que se queden con la pasta, los pobres, que la vida son dos días.

¿Quién pidió a Dorine que se cubriera por decencia el seno? No seré yo quien lo diga (aunque alguna pista tenga), pues en Estrasburgo tenemos de jueces a unos tartufos muy bien pagados, que sentencian que no hay inconveniente en llamarle jefe de los torturadores al Rey de España, pero castigarían con penas muy severas al que osare llamarle Tartufo al que lo es (Ahí podíamos llegar). El público ovetense es muy melómano y sabe apreciar en su valor una delicada sonatina. Aplaudieron a rabiar a Gabilondo.

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