No es más listo quien más entiende, sino quien mejor explica
Cuando algo que se lee, se estudia o se escucha no se entiende correctamente, o parece difícil, puede ser básicamente por dos motivos: o por limitaciones de quien recibe la información o, como suele ocurrir, porque quien realmente no lo entiende en profundidad es el emisor de dicha información.
En general, cuando alguien domina realmente una materia debe ser capaz de hacerla digestiva para cualquier persona. ¿La clave? En primer lugar, como he dicho, entender. Segundo, traducir al registro de nuestro interlocutor. No hay más.
Esta reflexión, como casi todas, sigue la ley de Pareto, es decir: es cierta en un 80% de los casos. O sea, más que suficiente.
En el habitual caso de políticos, medios de comunicación y otros poderes fácticos, que nos emborrachan con datos numéricos, tecnicismos y frases bien sonantes que del excesivo uso han perdido todo significado, se echa de menos ver la luz entre tanto bosque.
No quiero restar complejidad a las situaciones y materias de toda índole que nos rodean. De hecho, la realidad es analógica, difusa o como quiera que queramos denominar para describir lo mismo: complejidad e interrelación entre todo. Y es el ser humano el que, en aras de simplificar y de hacer comprensible la información, la simplifica, la ordena, la cataloga (o incluso, encasilla), infiere reglas sobre esa información y, por último, y rasgo característico del ser humano, denomina.
Decía uno de mis mentores que había dos motivos para crear tecnicismos en casi todas las profesiones. El primero, loable, crear un lenguaje simplificado y concreto para la comunicación en un determinado ámbito. El segundo, construir un círculo cerrado, levantar barreras, aumentar el seudonivel de la casta.
En cualquier caso, este afán de nombrar y de construir todos los razonamientos sobre esas palabras, relegando el antecedente y origen de las mismas, nos ha imbuido en un micromundo creado, en el que somos capaces de discutir durante horas sobre un término incompresible o sobre el 1% de una variable inventada cuyo objetivo inicial era describir imperfectamente una porción delimitada de la realidad.
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