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Luces y sombras en el cine

22 de Marzo del 2011 - Rubén Franco González (Pola de Siero)

El pasado jueves 17 de marzo de 2011, en la sección «Cartas al director» de este diario, apareció un artículo firmado por Antonio Javier Quintana titulado «Cine con luces y sombras». En él relataba una serie de cosas de modo objetivo. Mostraré que no es así y que tergiversa, oculta información y explicita fobias personales que sólo sirven para engañar al lector. Veámoslo. Refutemos sus subjetividades una a una, por respeto a los lectores de este periódico. Nobleza, obliga.

En efecto, el lunes 7 de marzo de 2011 dio comienzo un ciclo dedicado a la figura del falso culpable en las películas de Hitchcock. Y Bonifacio Lorenzo (director de la filmoteca asturiana), como responsable del ciclo, se encargó de presentarlo. Ahora bien, el señor Quintana califica la intervención de Bonifacio, como poco, de tediosa, farragosa, un tanto errática y dilatada en exceso. La perorata del presentador del evento se prolongó durante media hora larga, llegando a colmar la paciencia de los asistentes. Lo de tediosa y farragosa es una impresión suya. Lo de un tanto errática deberá decirnos el bueno y cinéfilo señor Quintana en qué aspectos lo fue, ya que si no, es desprestigiar sin argumentar. Lo de dilatada en exceso podrá ser discutible pero en absoluto lo de que la perorata del presentador del evento se prolongó durante media hora larga. Rotundamente falso. Fueron 18 minutos de reloj. Tengo el vicio de cronometrar las películas y, también, las intervenciones de presentadores, ponentes o conferenciantes. Hábito, por cierto, muy útil en ocasiones en las que la gente habla sin ninguna precisión, siendo así de lo más normal que llegue a colmar la paciencia de los asistentes, entre los que, sin duda, se encuentra el señor Quintana. Seguramente que en la clasificación ternaria que establece entre curiosos, simples aficionados y cinéfilos de pro, él se sitúa entre estos últimos. Y se erige en portavoz de los mismos, para cargarse de autoridad al describir la actitud de Bonifacio como pesada. Si le resulta cargante a todo un cinéfilo como él (o como su buena amiga, que se deleitaba con los coloquios de «¡Qué grande es el cine!» –¿acaso ignorará que ahora se emite «Cine en blanco y negro» en Telemadrid?– y que acabó hasta el moño de la verborrea de don Bonifacio), ¿cómo no habría de serlo para los curiosos o simples aficionados?

Que el final de la intervención de Bonifacio fuese una auténtica liberación para la mayor parte de los asistentes es cierto. Pero se olvida el señor Quintana de decir a los lectores de LA NUEVA ESPAÑA que gran parte del público de «Los lunes del Filarmónica» es profundamente maleducado. Una cosa es que no tengan ningún interés en escuchar la presentación de Bonifacio y otra bien distinta estar hablando o metiendo ruido mientras una persona se dirige a un auditorio. Es una gran falta de respeto (al emisor –Bonifacio– y al resto de receptores –el público–).

En vista de lo sucedido, pienso que sería conveniente que en posteriores ocasiones don Bonifacio se limitase a presentar el filme correspondiente con brevedad y concisión. Salvo que el señor Quintana sea un advenedizo de «Los lunes del Filarmónica», sabrá que hace ya varios años que se vienen celebrando. Antes, cada lunes Bonifacio realizaba una introducción breve y concisa, pero eso ya no es posible tras su enfado definitivo (ya había tenido algunos conatos, como el del lunes 8 de junio de 2009, previo a la proyección de «A través del espejo», 1946, de Robert Siodmak) del lunes 16 de noviembre de 2009, a causa de no saber comportarse el público en un acto social. De ello hace ya un año y cuatro meses. Por ello ahora sólo acude el primer día de ciclo, para explicarlo (y por eso se alarga bastante más de lo que algunas cabezas pueden soportar).

Claro que el público no es cinéfilo, sino que acude en su mayoría porque es un acto gratuito. Pero eso no da derecho a todo. Hay que saber dónde se está. Ya sabemos que la mayor parte de la gente son jubilados, que bastante ganas tienen de que venga alguien a darles la paliza y recriminarles su actitud, como si en el colegio estuvieran. Pero si uno se cree que está en el salón de su casa, mal vamos. Y aclaro que no se trata de gerontofobia, por si algún lector despistado pueda tirar por ahí. Se trata de constatar que un porcentaje muy alto son ancianos y parte de ellos no cumplen los requisitos mínimos para acudir a un acto de este tipo (tampoco muchos jóvenes).

El acto de «Los lunes del Filarmónica» consiste en el visionado de una película (y antaño en su presentación). No es ningún cineclub ni cineforum, cosa que un cinéfilo que lleva largas décadas amando, admirando, estudiando y, sobre todo, viendo cine debería saber. Otra cosa es que lo fuera, y que se quedaran después del «The end» tres o cuatro personas, entre las que seguro no se hallaría el señor Quintana. Y en cuanto a la hipotética presentación que de Saboteur hubiese hecho, nada tengo que decir. Es su presentación.

Creo haber desmontado el ideológico escrito del señor Quintana. Con argumentos. No es una apología sectaria de Bonifacio, entre otras cosas, porque me separan múltiples aspectos cinéfilos, políticos y filosóficos del director de la Filmoteca Asturiana. Pero aunque no fuese así, soy amigo de Platón pero más amigo de la verdad.

!Ah! Para que quede constancia: yo también soy un modesto cinéfilo que lleva largas décadas amando, admirando, estudiando y, sobre todo, viendo cine.

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