El presidente de Hunosa y el vale de carbón
Señor presidente de Hunosa, he leído con gran atención el artículo publicado en este diario el sábado 5 de marzo, en el que trata de argumentar las razones del Gobierno para fijar el nuevo límite de velocidad máxima en autopistas y autovías.
Tiene usted razón al afirmar que tenemos una excelente red de carreteras, yo le añadiría, además, muy seguras. Es una pena que no podamos disfrutar de ellas conforme a su rango, debido a esa fuerte subida de los precios del petróleo, justificada según usted por la crisis de los sistemas políticos en el mundo árabe.
No le voy a discutir ninguno de sus argumentos, sencillamente no me atrevo, mis conocimientos de termodinámica, o en el manejo de las estadísticas energéticas, no llegan muy allá, eso sí, acataré la nueva ley como todo ciudadano.
Quisiera contarle que el pasado domingo día 6, cuando fui a ver a mi madre que tiene una edad de 75 años y es viuda (su marido, mi padre, trabajó en el pozo Monsacro durante 38 años), me preguntó si el señor de la foto que hablaba de las velocidades de los automóviles era quien le estaba tratando de quitar su vale de carbón. Yo le contesté que sí, y mientras pensaba sobre si mi abuela con 97 años, o mi suegra con 82, que dio a luz a su 7.º hijo al tercer día de fallecer su marido en un accidente laboral en el pozo Monsacro, me harían la misma pregunta.
¿Y cuántas personas mayores de 70 años, beneficiarias del vale de carbón, podrían interrogarme en el mismo sentido? La mayoría, señor presidente.
¿Se imagina usted a toda esas personas, pala en mano cargando cada una de ellas 300 kilos de carbón en una tolva, para después bascularlo todo en sacos que faciliten su transporte al hombro?
Eso sí, para que no acusen demasiada fatiga, solamente les dejaremos llevar el vale del mes en curso, y el que tenga vales de otros meses (acumulados en las temporadas de menor consumo energético) y ahora en invierno no le alcance con el del mes correspondiente, que se fastidie, no le vamos a dar más carbón; si acaso, le recomendamos que se compre un buen abrigo o que ponga más mantas.
Pero ¡oh, sorpresa! conociendo todo lo anterior, estando ya en la cola, bien formada ésta, vigilada por la guardería, esperando nuestro turno, resulta que se acaba el carbón, que no se repondrá hasta el día siguiente. Regresamos a casa con las manos vacías. Mañana madrugaremos más para que no nos vuelva a ocurrir lo mismo.
Cualquiera pensaría que lo narrado se corresponde con épocas de escasez, o incluso de racionamiento, pero no, lo estamos viviendo en estos tiempos. Esta, señor presidente, es la realidad, y si le cuesta trabajo imaginarse todo esto que le cuento, acérquese por el despacho de La Foz de Morcín, cerciorándose antes de que ese día despacharán carbón, no vaya a ser que hayan aplazado la fecha de entrega, como en dos ocasiones en el pasado mes de febrero, no habiéndose recibido el carbón aún el 7 de marzo, cuando escribo estas líneas.
En fin señor, presidente, usted ocupado en la redacción de artículos que justifican las medidas que toma el Gobierno, en cuanto al nuevo límite de velocidad, y su casa sin barrer. Mejor dicho: sin carbón.
Espero su reflexión sobre estas consideraciones, porque derechos conseguidos por los trabajadores mineros a lo largo de muchos años, con mucho esfuerzo y sacrificio, no pueden verse atropellados ni ultrajados, y mucho más en este particular cuando los beneficiarios, mayoritariamente, son personas de edad elevada.
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