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Asturias y el «agazapáu»

25 de Marzo del 2011 - Andrés Pañeda Carbajal (La Felguera)

Jubilado ya y lector de LA NUEVA ESPAÑA desde antes de nacer, por cuanto mi padre tenía esa cabecera editorial como su exclusiva fuente de información, y sorprendido ciertamente por la evidente y no disimulada parcialidad del diario a la hora de titular, transcribir y comentar las noticias de la actualidad política regional, incluso insertando opinión en la acotada como información, le remito ésta mi reflexión en busca de la complicidad de otros lectores de este periódico que puedan compartirla y prevenirse de asumir como cierto o infalible lo que negro sobre blanco se les ofrece a diario.

Viene este escrito al caso de las palabras que en discursos coordinados y repetidas en frases similares por Espinosa, Pardo y Sánchez, con remate final por parte del señor Rajoy, y que se refieren a la conveniencia de que los gobiernos autonómicos y el de España –o el del Estado que dirían los progres– sean del mismo partido político. Pues bien, la realidad vivida hasta ahora en términos generales es que ningún Gobierno regional, jamás, se ha plantado, opuesto con energía o promovido la rebelión cívica de sus ciudadanos contra un Gobierno nacional del mismo color. Y sí, hemos visto cómo gobiernos débiles o de regiones de baja influencia –tanto demográfica como de renta– de color distinto del central lograban arrancar en los Presupuestos Generales prestaciones especiales para las regiones reclamantes. Ya, me dirán, pero eso es porque los diputados en el Congreso que representaban a esas regiones eran necesarios para dar la mayoría al Gobierno instalado en Madrid y no por la influencia o fuerza opositora de los gobiernos regionales, y esos diputados nacionales no salen de las elecciones autonómicas, sino de las generales. No saldrán de las de este año sino de las de 2012.

Trampa saducea. Las elecciones autonómicas, precisamente por celebrarse un año antes, tendrán un factor de previa muy importante. Si ahora uno de los partidos sobre los que de forma bipolar y alternativa pactada –por los que la sociedad española tiene secuestrados sus derechos y libertades– consigue ganar las elecciones, impidiendo que entren en juego otras opciones que no sólo les sirvan de control y les recuerden sus promesas, sino que les arranquen acciones beneficiosas para la sociedad regional a la que deben servir, pero que ellos suelen supeditar a los intereses electorales del líder nacional, si uno de esos partidos acaparadores gana con claridad y se impide aflorar la ilusión y esperanza de nuevas propuestas, todo seguirá igual. El pueblo recibirá, en el mejor de los casos, las migajas de los grandes festines de los comediantes oficiales, PP y PSOE, porque comedia –y bufa– es esta democracia en la que disfrácese quien se disfrace de vencedor, el perdedor nunca resulta ser uno de estos partidos, sino el pueblo en general. Una sola observación: de los millones de personas que perdieron su derecho constitucional al trabajo ¿cuántos son los que estaban colocados en empresas públicas creadas por el PSOE o el PP para dar ejemplo a sus fieles? ¡Ninguno!

Es necesario que esos «nuevos ricos», aparatos nacionales y regionales de partido, vean amenazados sus enormes privilegios por nuevas siglas que encuentren apoyo en la ciudadanía. Y ahora, me voy a mojar, porque salvo por el boicot que en determinados medios se les hace, Asturias tiene la posibilidad de plantarles cara a los eternos mandones. Apuesto por la conjunción, de los descontentos con esta enquistada situación, a favor de la nueva propuesta política que encabeza don Francisco Álvarez-Cascos. Si observamos los discursos, a derecha e izquierda del «pesebre», coinciden ambos en el ataque con obuses de fuerte calibre contra el FAC, porque ven en él la amenaza a su estatus de exclusividad.

Es necesario, absolutamente, que tomemos conciencia de que si ahora pierden los que siempre con unas u otras siglas vienen ganado, esa conciencia de que ¡por fin! puede ser posible cambiar la situación política en España, debe llevarnos a insistir, con más fuerza aún, cuando lleguen las elecciones generales de 2012 y conseguir, entonces ya directamente, que los diputados que han de representar a Asturias en Madrid no pertenezcan a los partidos «de siempre», sino que pueden ser ajenos a quien se siente en Moncloa y, por tanto, libres de sumisiones al jefe del partido, tendrán la opción de exigir, a cambio de nuestro apoyo, beneficios para Asturias, como ahora lo hace, por ejemplo, CC.

¿Es creíble que Espinosa vaya a defender a Madrid los intereses de Asturias cuando Rajoy, que la ha puesto ahí, quiera dar prioridad a otra región?

¿Es creíble que Fernández vaya a defender a Madrid los intereses de Asturias cuando no ha dicho ni pío ante la prioridad dada, simplemente como ejemplo, por el Gobierno de su partido a Galicia con el AVE?

Así pues, votemos ahora, aquí, en Asturias, la opción que más temen PP y PSOE y hagamos nacer la ola que se haga tsunami en 2012 para que Madrid nos tema. Votemos distinto. Rompamos el bipartidismo pactado y corrupto. Porque además, ante candidatos de Photoshop sin experiencia de gestión, tendremos la alternativa real en un político eficaz, trabajador y persona con el carácter necesario para poner los puntos sobre las íes que hagan falta, para lograr lo que Asturias necesite. Y no hagamos caso del mensaje que nos ha venido a transmitir, al que –por cierto– algún amigo ha definido de forma tan asturiana y certera como «el agazapáu», por lo oculto, agachado y ausente que ha estado con respecto de nuestra Asturias y de su partido en esta región. Amén de que lo ha estado también ante los problemas de España.

Andrés Pañeda Carbajal,

La Felguera

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