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Multas y mentiras en Oviedo

22 de Marzo del 2011 - Antonio Vázquez Barrero (Oviedo)

El 19 de febrero le han puesto una multa a una amiga mía en la calle Celestino Álvarez de Oviedo. En realidad suponemos que habrán multado a la docena de coches que, en zona peatonal, se encontraban estacionados en aquel momento.

Hasta aquí todo correcto; cometes una infracción y pagas por ella. Nos gusten o no, las normas están ahí y son para respetarlas, y si decides saltártelas y te pillan, pues asumes las consecuencias y listo. En el fondo del asunto creo que todos deberíamos estar de acuerdo.

El matiz de todo el caso surge, como tantas otras veces, con las formas; que pueden llegar a ser tan ilegales y perniciosas como la infracción objeto de sanción.

Como muchos lectores sabrán sobre la mencionada calle, situada en Monte Cerrao, cuenta en sus aledaños con varios bares con terraza que suelen estar muy frecuentados los fines de semana a la hora del aperitivo. Aquel día acudí con mi amiga en su coche y, al llegar, observamos como una docena de coches estacionados. Lo cierto es que no hacía un gran día para estar en la terraza, pero la temperatura a las 13.20 invitaba a sentarse a charlar y picar algo antes de comer.

Es cierto, se nos pasó por la cabeza, e incluso comentamos: no serán capaces de multar aquí hoy. Craso error.

No llevábamos ni dos minutos en el bar (aún no habíamos pedido) cuando aparece un vehículo de la Policía Local y estaciona a la entrada de la calle, igualmente en zona peatonal. De inmediato, empieza a salir gente de los bares y se forma un pequeño éxodo de vehículos que, en su marcha, pasan al lado del de las autoridades competentes.

Mi amiga, al igual que el resto, toma los mandos de su vehículo y abandona la calle prohibida en busca de algún sitio para estacionar (cosa, por la hora, la zona y la ciudad en la que nos encontrábamos, lógicamente imposible).

Como ella se fue decido abandonar el bar andando y, al pasar al lado del coche de Policía, observo con sorpresa que los agentes, que no se habían bajado del vehículo en ningún momento, tienen un folio con una colección de matrículas escritas a bolígrafo.

No serán capaces, pienso yo. Segundo craso error.

Así pasaron los días a la espera de notificación.

El 15 de marzo, por fin, le llega a mi amiga la confirmación de que, efectivamente, fueron capaces, en forma de denuncia por valor de 200 euros.

En fin, como dije al principio, si la haces y te pillan, pues la pagas y punto. Hasta en esto se puede ser elegante.

La sorpresa sobreviene cuando leemos la denuncia y vemos que lo que en ella pone es mentira.

Cito textualmente el hecho denunciado: «Estacionar el vehículo sobre zonas peatonales. Estacionando durante más de 10 minutos sin autorización».

No solo no llevábamos allí 10 minutos (no llevábamos ni 2) sino que, desde que apareció el coche policial hasta que la calle quedó desierta no pasaron ni 5.

Puede sonar a la típica excusa, pero supongo que hay otra docena de denunciados que pueden corroborar lo expuesto.

Para rematar, cito la causa de no notificar al conductor: Hallarse el conductor ausente del vehículo. Madre mía, qué vagancia. Todos y cada uno de los conductores infractores estaban en sus vehículos en menos de 5 minutos y pasando a su lado.

Pero claro, si tenemos que ponernos a parar, a pedir documentación para identificar, a denunciar in situ, etcétera, igual ya no salen tan rentables los más de 2.000 euros que pueden conseguir escribiendo unas matrículas en un folio.

No voy a exponer la cantidad de infracciones e infractores que veo diariamente en Oviedo, primero, porque no sirve de excusa en ningún caso y segundo, porque tampoco creo que sea ninguna novedad el hecho de que vivimos en una ciudad construida especialmente para favorecer las infracciones y la recaudación municipal. A nadie sorprende que haya calles por donde la grúa municipal pasa más veces que el autobús urbano.

Simplemente, pagaré la multa a medias con mi amiga (insisto en que, hasta en esto, se puede ser elegante).

Lo que sí que me gustaría es hacer una reflexión sobre la responsabilidad que se tiene que tener, y que se debe asumir, cuando se está en poder de la presunción de veracidad. Es lo menos que podemos esperar los ciudadanos de a pie de aquellos que velan por nuestra seguridad y por el orden establecido.

Si los que no deben y legalmente no pueden mentir, mienten, mal nos va a ir.

Yo, por lo menos, ya sé que el número firmante de la denuncia, porque es un número, no un nombre, es un número mentiroso.

Aviso a navegantes, que haberlos, haylos.

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